evangelio mundial
  El Objetante
 

CÓMO TRATAR A LOS QUE REHÚSAN LA AYUDA DE LAS IGLESIAS PARA SER CRISTIANOS

Con mucha frecuencia los esfuerzos evangelísticos son interpretados por la gente como propósitos proselitistas para ganar adeptos hacia una iglesia determinada. Es posible que las personas se resistan a aceptar a Cristo escudándose en fallos conocidos o defectos de los miembros de las iglesias. En tal caso hay que hacer notar a los objetantes que la invitación del Evangelio es a reconciliarse con Dios, no a que se hagan miembros de una congregación determinada, sino que esto vendrá, a su tiempo, como un deseo natural del que es nacido del Espíritu. Veamos un diálogo entre un objetante y un buscador de almas para Cristo, en similares ocasiones:

O. Jesús no organizó ninguna iglesia ni denominación, yo leo la Biblia y oro a Dios y no necesitó nada más.

R. Está muy bien que usted practique los medios de gracia y tenga comunicación espiritual con Dios personalmente, pero Jesús quiso que los cristianos se reúnan en su nombre. En Mateo 18:15 al 20, leemos: “Otra vez os digo que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra, acerca de cualquier cosa que pidan, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy en medio de ellos”.

O. Jesús no dijo que fuese necesario acudir a una iglesia para poder ser salvo.

R. Jesús no dio reglas específicas acerca de la organización de las Iglesias, pues sabía cuán gran abuso se haría de sus instrucciones que serían interpretadas por muchos a su manera para ejercer autoridad y señorío sobre las heredades del Señor (1ªPedro 5:14). Véase como ejemplo lo que ocurrió con la comparación que hizo acerca del gran descubrimiento de Pedro: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo” y cómo fue interpretada la respuesta de Jesús para establecer el Papado. Teniendo en cuenta la existencia de un gran enemigo que haría un tremendo mal uso de cualquiera de sus declaraciones, Jesús debía ser muy parco en sus palabras. Por eso se limitó a decir: “Donde dos o tres se reunieran en su nombre, allí estaría Él en medio de ellos”. Pero, ciertamente, con esas breves palabras puso su sello de autoridad al deber de reunirse los creyentes para comunión y edificación, ya sea en grupos grandes o pequeños, para que en cualquiercircunstancia sus hijos pudieran dar cumplimiento a esta instrucción y deseo de su parte.

O. Hay tantas iglesias con el nombre de cristianas, que ¿quién es capaz de adivinar cuál es la verdadera?

R. Es por causa de lo muy difícil que resulta armonizar en un mundo de pecadores los dos principios de libertad y unidad. Libertad, para las formas de expresión del amor que la Obra redentora de Cristoha hecho brotar en los suyos, y unidad para el mejor disfrute de la comunión y edificación fraternal, a la vez que de testimonio para los que no creen.

Cristo conocía el problema de aquella maligna influencia a la que denominó “las puertas del infierno”,o sea, Satanás, y sabía que él usaría la idea de unidad, que ciertamente es deseable cuando es practicada por amor, para ahogar durante siglos la idea de libertad y multiplicidad que Cristo mismo su girió al decir “dos o tres”. No dijo “dos o trescientos”, con lo que habrían quedado limitadas y cortadas muchas iniciativas de adoración, alabanza y testimonio, que Él espera de sus hijos.

O. Pero había sido una eficaz salvaguarda parala unidad que el mismo recomendó con gran énfasisen su oración pontifical de Juan 17, cuando dijo: “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en Mí por medio de la palabra de ellos, para que todos sean uno; como Tú, oh Padre, en Mí, y yo en Ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que Tú me enviaste” (Juan17:20-21).

R. Tiene usted toda la razón, pero ¿por qué no ha de haber la unidad del amor, en el Espíritu, a pesar de las diversas formas de interpretación de su voluntad en los propósitos de adorarle y servirle? Vea el ejemplo que Dios mismo nos ha dado en la Naturaleza. Hay muchas clases de plantas, aunque una sola vida vegetal anima a todas, y lo mismo ocurre en la vida animal, ¡de cuántas maneras está expresada enla Naturaleza! ¿Por qué los que tienen la misma vida del Espíritu, por una fe sincera en Jesucristo como Salvador y Señor, no han de amarse unos a otros?

O. ¿Defiende usted, entonces, la idea de que puedo adorar a Dios en la Iglesia Católica Romana, o en la Iglesia protestante oficial predominante en mi país, o en una congregación sectaria que promueve cualquier clase de doctrina, por ejemplo, “los Unitarios, los Mormones, o los Testigos de Jehová”? Antes que esto prefiero quedar me en casa con mi Biblia y mi himnario y adorar a Dios de manera individual.

R. Pero si usted es un hijo de Dios, hablará de sufe a otras personas y no estará solo por mucho tiempo, porque “contagiará” su fe a otros. Es decir, la compartirá con otras personas, y pronto serán por lo menosdos o tres, o cinco o veinte o cien personas adorando a Dios de la misma manera en la unidad del Espíritu. Pero esto no le da derecho a aborrecer a otros individuos que aman y adoran a Dios de su propia manera, aunque usted considere que no lo hacen correctamente.

O. Hace pocos siglos que se aborrecían de tal manera que se mataban unos a otros los que no tenían una fe cristiana idéntica, a pesar de todo lo que Cristo dijo acerca del amor.

R. Es cierto, porque cegados por la ambición y por la idea de unidad autoritaria, no habían aprendido del ejemplo que Dios nos da en la Naturaleza, y que el Hijo de Dios encarnado enseñó a sus primeros discípulos en Marcos 9:38 y Lucas 9:49, cuando los doce le denunciaron a un “sectario” que hacía milagros en el nombre de Jesús, pero no estaba unido al grupo apostólico. “No se lo impidáis”, dijo; no dijo “seguidle”. “Este fallo en el amor y la tolerancia fue el principal triunfo de Satanás en el pasado y debemos evitarlo a toda costa; pero no nos dejemos llevar hoy por el sentido opuesto en esta hora de apostasía del tiempo del fin, sepamos seguir la verdad en amor” (Efesios 4:15).

O. Ahora lo entiendo: usted ha dicho que no basta adorar con otros que no comprenden el evangelio exactamente como yo lo comprendo, sino que he de testificar de mi propia fe a los que no creen; a la vez que puedo aprovecharme de lo que haya de bueno en la fe de otros.

R. Exactamente, puede hacerlo ocasionalmente,procurando dar testimonio de sus convicciones particulares hasta donde no sea motivo de división o  escándalo. Practique los principios éticos de Romanos 14, y procure hasta donde le sea posible rendir cultoa Dios con los que sienten y piensan como usted, con los cuales pueda tener una comunión espiritual completa. Es éste su privilegio y deber.

O. Tiene usted razón en cuanto a esta idea detolerancia y amor. Pero es que hoy día hay tantas iglesias que explican el evangelio de un modo tan diferente, que es may difícil saber dónde está la verdad y a qué iglesia debe uno pertenecer.

R. En cuanto a esto, le diré que hay dos puntos de referencia que nos dan luz sobre este tema.

1. El ejemplo de los grupos cristianos que organizaron los apóstoles.

2. El propio instinto espiritual, si es usted un hijo de Dios, nacido de nuevo.

La Palabra de Dios, tanto en los evangelios como en las epístolas, declara la necesidad que tienen los cristianos de juntarse para testimonio, edificación mutua, adoración y alabanza. El autor de la carta a los Hebreos, dice: “No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más cuando oís que aquel día se acerca” (Hebreos10:25).  

Cuando usted se junta con un grupo de cristianos, da testimonio a otras personas de la fe que usted profesa. “Me seréis testigos”, dijo el Señor. El asistir aun lugar donde se predica el Evangelio es hacerse testigo en favor de la enseñanza que allí se expone. Quizá usted no puede hablar, pero con su asistencia da un testimonio personal de que es digno de crédito lo que expone el predicador, u otros participantes, en aquella reunión. Esto no le exime del deber de dar testimonio usted mismo particularmente, pero, ciertamente, es mucho más fácil este testimonio colectivo que el testimonio personal.

Si usted es de Cristo, si le ha confiado su vida para la eternidad, ha de darle un tributo, una ofrenda de su tiempo, asistiendo a un lugar donde se predique el Evangelio puro y predicándolo usted mismo.

Por otra parte, usted tiene necesidad de edificar su propia fe en la adoración y edificación en grupo. En el Salmo 133 leemos: “Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía…”, y termina el salmo diciendo: “Porque allí envía Jehová bendición y vida eterna”.

Usted tiene necesidad de alabar a Dios en la congregación de los santos: “Anunciaré tu nombre a mis hermanos, en medio de la congregación te alabaré” (Salmo22:22).

Aunque éste es un salmo mesiánico, y quien está hablando es el Mesías Redentor, tiene una aplicación inmediata y muy directa a todos los hijos de Dios. Era un propósito que expresaba el propio salmista encuanto a sí mismo, aunque tenía un alto significado profético.

“He proclamado tu justicia en la gran congregación”, leemos en el Salmo 49:9.

“Exáltenlo en la congregación del pueblo”, dice el Salmo 107:32.

“Alabaré a Jehová con todo el corazón, en la compañíade los rectos, en la asamblea” (Salmo 11:1).

“Cantad a Jehová un cántico nuevo, su alabanza resuene en la congregación de los santos” (Salmo 149:1).

Ciertamente hay un gozo y una bendición especial en alabar a Dios con un grupo de personas. Aun oírlo desde lejos, produce una emoción en el corazón del creyente, ¡cuánto más juntarse y tomar parte en la adoración a Dios!

Por esto leemos también en Efesios 5:19, 20: “Sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros en salmos, himnos y cánticos espirituales, cantando y salmodiando al Señor en vuestros corazones” (Efesios 5:19).

O. Pero es que hay muchos hipócritas entre los quese juntan para alabar a Dios, aun en las congregaciones más sanas en doctrina.

R. A tal objección responde de un modo completo el capítulo 14 de Romanos, donde el apóstol está hablando de diversas opiniones que pueden existir entre el pueblo de Dios, y termina diciendo: “Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? o ¿tú también por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo. Porque está escrito: Vivo yo, dice el Señor, que ante Mí se doblará toda rodilla y toda lengua confesará a Dios. De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí. Así que ya no nos juzguemos más los unos a los otros, sino más bien decidid no poner tropiezo u ocasión de caer al hermano” (Romanos 14:10-13).

Y un poco más adelante, leemos en el versículo 19: “Así que sigamos lo que contribuye a tu paz y a la mutua edificación”.

En este pasaje, el apóstol inspirado por el Señor, nos indica claramente nuestro deber, corroborando aquella significativa frase que Jesús dijo a Pedro: “¿Y éste qué? ¿Qué te va a ti? Sígueme tú” (Juan 21:22).

Manual práctico de evangelismo por Samuel Vila 


 
 
   
 
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