CÓMO RESPONDER A LOS ESCÉPTICOS
En labores de evangelización tropezamos muchas veces con escépticos, que no niegan la existencia de Dios, pero nos dicen, más o menos, lo siguiente:
E. “Yo no soy ateo, yo creo que algo debe existir detrás de todo lo maravilloso que hay en la Naturaleza; pero no creo que sea posible saber nada acerca de este gran misterio y pienso que nunca lo sabremos. Por tanto no me preocupo de ninguna religión, ya que nadie sabe lo que es Dios.”
¿Qué debemos responder a quienes nos hablan en semejantes términos?
R. Una respuesta bastante comprensible y efectiva es ponerles el ejemplo de un padre. Jesús vino a hacernos la gran revelación de que el Poder invisibleque adivinamos detrás de las maravillas de la Naturaleza puede y debe ser considerado como nuestro Padre Celestial; no sólo porque Él ha dado vida a todolo existente sino porque sus sentimientos son los de un padre hacia sus criaturas, por más que nosotros no comprendamos su modo de actuar y muchas veces nos parezca un misterio. Jesucristo, después de resucitado, cuando sus discípulos estaban ya más asesorados de su pensamiento porque había estado doctrinándoles durante tres años, ante el hecho asombroso, pero innegable para ellos, de su resurrección,les dijo: “Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios”.
Aun cuando ignoremos mucho acerca de Dios,tenemos deberes innegables con respecto a un Ser aquien debemos, no solamente la vida, sino todos los bienes de que disfrutamos, esto es lo que quería significar el apóstol Pablo en aquel texto en que dice: “Las cosas invisibles de Él… se echan de ver por las cosas que vemos y tocamos; y que los que no quieren reconocerlo son “inexcusables”.” Suponga usted –podemos decir al interlocutor escéptico– que sus hijos, ya mayores, que se han ausentado del hogar paterno, dicen: “Yo no discuto la existencia de mis padres, pero no me ocupo de ellos, no les busco ni trato de comunicarme con ellos, no los maldigo ni les voy detrás, simplemente no quiero saber nada de ellos”.
E. Es que hay una gran diferencia entre los padres naturales que conocemos, y Dios, a quien no conocemos.
R. Pero esto no nos exime del deber de admirar y agradecer sus obras. Dios era menos conocido por loshombres inspirados que escribieron el A.T., que para nosotros, que tenemos la última revelación que nos dio por medio de Jesucristo; sin embargo, encontramos en aquellos escritos una reverencia y una gratitud extraordinaria hacia Jehová (El que ha sido, es y será),pues tal es el significado del nombre. Por ejemplo en el Salmo 92 leemos: “Bueno es alabarte, ¡oh Jehová!, y cantar salmos a tu nombre, ¡oh Altísimo!, por cuanto me has alegrado, oh Jehová, con tus obras; en las obras de tus manos me gozo. Cuán grandes son tus obras, oh Jehová, muy profundos son tus designios. El hombre necio no entiende y el insensato no comprende, que si brotan los impíos como la hierba y florecen todos los que hacen iniquidad, es para ser destruidos eternamente”.
¿Usted se conforma con ser destruido, o condenado eternamente?
E. Es que yo no soy impío, soy un hombre de bien que procuro no hacer mal a nadie.
R. Es cierto que la palabra impío ha recibido una connotación algo equivocada en nuestra lengua castellana, pero si la estudiamos etimológicamente nos daremos cuenta de que el verdadero significado de inpío, es sencillamente, no piadoso. No significa ser ladrón, o asesino, sino simplemente no tener sentimientos de piedad, de fe, de gratitud y amor a Dios. En este sentido usted es inmpío, usted mismo acaba de declararlo.
E. Es cierto, no soy un beato.
R. Sin embargo la revelación de Dios a este mundo condena tanto a beatos como a “impíos”, si su conducta no es según la voluntad de Dios. Jesús condenaba a los beatos de su tiempo, que eran los fariseos, y los llamaba hipócritas; pero también, exhortaba a todos,desde el mismo principio de su ministerio, diciendo “El tiempo se ha cumplido, y el Reino de Dios se ha acer-cado; arrepentíos y creed el Evangelio”. Y a algunos que se consideraban justos porque no habían sido objeto de una calamidad pública que había costado la vida a varios ciudadanos, y ellos continuaban vivos por la misericordia y paciencia de Dios, les exhortaba diciendo: “Si no os arrepintiereis todos pereceréis de la misma manera”. Y decía una gran verdad, puesto que la muerte no perdona a nadie y lo mismo que había sucedido a aquellos ciudadanos de Galilea víctimas de una catástrofe, les ocurriría a ellos un poco más tarde, y nos ha de ocurrir a cada uno. Si no de un modo, de otro, nuestros cuerpos han de perecer.
E. Claro, todos tenemos que morir; de esto no seescapa nadie.
R. Pero Jesús, que había venido del mundo del espíritu que es el mundo de la vida, veía las cosas deun modo muy diferente que nosotros, que disfrutamos de la vida en el cuerpo físico, sólo por una breve temporada de X años. Para Él todos los hombres eran como un rebaño de ovejas destinado al matadero; de ahí su interés en hacerles partícipes de la vida eterna que Él vino a traernos. Por esto podía decir: “No temáis a los que matan el cuerpo mas no pueden matar el alma, temed más bien a Aquel que puede destruir alma y cuerpo en el infierno” (Mateo 10:28).
E. Pero yo no soy tan malo como para merecer el infierno. Esta idea la inventaron los curas para tenerespantada a la gente y dominarla a su gusto.
R. No, amigo mío, esto no lo inventaron las autoridades de la Iglesia Católica, sino que son palabras que se encuentran en los más antiguos documentos de la fe cristiana, es decir en los Evangelios, y aun cuando hay diferencias de opinión acerca de lo que realmente significa la condenación (que por su puesto no será igual para todos los hombres, según descubrimos en Mateo 11:20 y Lucas 12:47-48), y hay quienes opinan que será separación de Dios en tinieblas, otros sufrimiento, y otros extinción del alma; no quiera usted arriesgarse a conocer experimentalmente lo que será, puesto que éste es el gran peligro del cual Jesucristo vino a advertirnos muy seriamente, y Él mismo declaró que vino a padecer en la cruz del Calvario y resucitar, para poder librarnos de ello. De tal gravedad lo consideraba, y Él conocía muy bien las cosas del más allá.
E. Pero yo le repito que no creo que Dios vaya a castigar en la otra vida sino a personas muy culpables, pero no a individuos honrados como usted o yo.
R. Lo que usted crea, ni lo que yo crea, no nos librará, si Él nos considera indignos de entrar por nuestros méritos en regiones de absoluta santidad. Que no seamos tan malos como otros es bien posible; pero tampoco somos perfectos. Ni usted ni yo hemos cumplido el primer mandato de la Ley de Dios, que dice: “Amarás a tu Dios sobre todas las cosas y a tu prójimocomo a ti mismo”. No hemos amado a los menos afortunados que nosotros, como a nosotros mismos; hemos sido esclavos de nuestro egoísmo. Y en cuanto a la primera parte del mandato divino “amarás a Dios sobre todas las cosas”, ¿no cree que la propia despreocupación que usted ha manifestado hace un momento, es ya una ostensible ofensa para el Autor de todos los bienes de que disfrutamos?
El apóstol Pablo, refiriéndose a los paganos de tiempos pasados, dice: “Y como ellos no tuvieron a bien el reconocer a Dios, Dios les entrego a una mente reprobada para hacer cosas impropias” (Romanos 1:28), luego cita una lista larga de cosas malas que los hombre han hecho, y aunque muchas de las tales cosas no pueden ser atribuidas ni a usted ni a mí, dice el mismo apóstol: “No hay justo ni aun uno, no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios” (Romanos 3:10). De modo que el no buscar a Dios es ya en sí una impiedad, porque significa culpable ingratitud.
Y hablando el mismo apóstol a los sabios de Grecia, en su Areópago de Atenas, después de explicarles que Dios es el Espíritu infinito que da a todos vida y aliento y todas las cosas, añade que lo ha hecho para que los hombres busquen a Dios: “Si tal vez palpando pueden hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros” (Hechos 17:27), y en Amós 5:4 leemos: “Así dice Jehová: “Buscadme y viviréis”.
E. ¿Y cómo se puede buscar a Dios si nunca le hemos visto ni nadie le puede ver?
R. A Dios, en su esencia, ciertamente no podemos verle, pero tenemos el deber de buscarle a través de la revelación que Él ha hecho de sí mismo, de un modo muy especial, mediante el Verbo encarnado, que en palabras humanas llamamos su Hijo Jesucristo. En Juan 1:18 leemos: “A Dios nadie le vio jamás, el unigénito Hijo que está en el seno del Padre, Él le ha dado a conocer”.
E. Pero hay tantas religiones y tantos modos de pensar acerca de este gran misterio, que es muy difícil saber dónde está la verdad.
R. Es cierto, a causa de la influencia del maligno que ha inculcado toda clase de ideas extrañas en las mentes de los hombres, como dice el apóstol Pablo:”Pero si nuestro Evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el Dios de este mundo cegó los pensamientos de los incrédulos, para que no les resplandezca la iluminación del Evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios” (2ª Corintios 4:4).
E. Yo no niego la existencia de Dios, pero si existe debe haberse olvidado ya de este mundo, pues los mismos elementos de la Naturaleza, que parecen bien ordenados para beneficio de los seres vivos, a veces producen mucho mal cuando se desatan en terremotosy ciclones, inundaciones o incendios, y obran sin misericordia. Si existiese un Dios sabio y bueno detrás de estos elementos, esto no ocurriría.
R. Usted reconoce a un Ser que obró con benéfica sabiduría al ordenar este mundo y que actualmente parece estar desatendido de Él, porque no evita ca-tástrofes naturales. Entonces usted no quisiera queDios hubiese dictado a la materia leyes fijas y permanentes. ¿Cómo quisiera entonces que mantuviese Dios el equilibrio del Universo?
Todos sentimos que es un gran beneficio para los seres vivos la existencia del agua, precioso elemento que no se encuentra en los planetas vecinos a la Tierra,pero en ciertas circunstancias, un exceso de lluvia puede causar inundaciones. Del mismo modo, ¿quién dejará de bendecir a Dios por el aire que respiramos,que sirve para tantas cosas útiles en el orden de lacreación (véase lo dicho en páginas 82 y 83), por másque de vez en cuando un ciclón cause devastaciones en alguna parte de la Tierra.
¡Cuántas veces podemos dar gracias a Dios por elfuego que nos calienta, y nos ayuda a cocer los alimentos, y a ablandar y transformar la materia sólida delos metales, por más que alguna vez causa daño, alproducirse un incendio!
E. Pero si existe Dios debiera intervenir en tales casos.
R. Entonces quisiera que Dios efectuase milagrosa cada momento en que nosotros hemos tenido undescuido, y que no hubiese dejado las leyes de laNaturaleza obrar por sí mismas.
E. Exactamente. Esto es lo que quisiéramos todos los que estamos en duda acerca de la religión. O, de otro modo, que hiciera aparecer letras de fuego en los cielos que indicaran cuál es la religión verdadera.
R. Y ¿en qué lengua quisiera usted que fuera redactado tal letrero en un mundo donde existen millares? Además, si Dios obrara de este modo, usted sería el primero que se sentiría esclavizado, por tener que practicar alguna religión por la fuerza. ¿No comprende que de semejante modo no sería factible la prueba del amor, la fe y la gratitud, que Dios quiere despertar y mantener en Ios corazones de un número de hombres y mujeres por los siglos de los siglos?
En cierta ocasión en que los paganos querían rendir culto al apóstol Pablo, a causa de un milagro que había hecho, creyendo que era el Dios pagano Júpiter,el apóstol Pablo y su compañero Bernabé tuvieron que protestar diciendo: “Varones, ¿por qué hacéis esto?, pues nosotros somos hombres de igual condición que vosotros,que os anunciamos que de estas vanidades os convirtáis al Dios vivo que hizo el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay; el cual, en las generaciones pasadas, ha dejadoa todas las gentes andar en sus propios caminos; si bien nose dejó a sí mismo sin testimonio haciendo bien, dándonoslluvias del cielo y estaciones del año fructíferas, llenandode sustento y alegría nuestros corazones”.
“Y diciendo estas cosas –relata el evangelista Lucas–, a duras penas lograron impedir que la multitud les ofreciese sacrificio.”
“Pero entonces –continúa explicando el escritorLucas–, vinieron de Antioquía y de Iconio unos judíos quepersuadieron a la multitud, los que cambiaron inmediatamente de parecer (creyendo, sin duda, que en lugar de serun dios, era un mago poseído de poderes infernales); ydespués de apedrear a Pablo le arrastraron fuera de la ciudaddejándolo por muerto” (Hechos de los Apóstoles 15:14-20).
E. ¿No ve usted que si Dios hubiese intervenido en favor de Pablo no hubiera ocurrido esto?
R. Sí, pero ¿dónde habría quedado la libertad y responsabilidad de aquellas mismas gentes? Todos habrían creído, pero obligados por el terror. No habría habido lo que narra a continuación el versículo 20, que vinieron los que de corazón habían creído el mensaje del Evangelio y le rodearon de cuidados,la mentando la ceguera moral de aquella gente pagana, y llenos de cariño al apóstol, por haber entendido que era un mensajero del verdadero Dios, le cuidaron con amorosa solicitud; y al día siguiente ya estaba el apóstol restablecido y salió, con Bernabé, para Derbe.
E. Bueno, yo no puedo creer en la existencia de un Dios que se calla, años tras años y siglo tras siglo, y ha permitido las barbaridades que se han cometido en el mundo. ¿Por qué permitió las persecuciones que sufrieron los cristianos en los tres primeros siglos; los horrores de la Inquisición o los campos de exterminiode Hitler en Alemania?
R. Es cierto, pero Dios no callará siempre. En el Salmo 50, Dios dice por boca de un escritor inspirado: “Tú aborreces la corrección, y echas a tu espalda mis palabras. Si ves a un ladrón, tú te vas en seguida con él, y te juntas con los adúlteros. Das suelta a tu boca para el mal y tu lengua trama engaños…, estas cosas hacías y yo he callado; pensabas que de cierto sería yo como tú? ¡Pero te redarguiré y las pondré delante de tus ojos!” (Salmo 50:17-21).
Si Dios hubiese intervenido con milagros para impedir las barbaridades que usted cita habría enderezado, momentáneamente, algunas cosas muy malas, cierto, pero que al fin y al cabo también fueron arregladas algunos años después; pero habría aterrorizado y sujetado al mundo, obligando a los hombresa cumplir su voluntad, tanto si la amaban como si no.Todas las gentes habrían vivido por siglos aterrorizados de ese poder del cielo, no se habrían sentido libres y responsables, y muchas hermosas manifestaciones de fe, confianza y amor al Invisible, no se habrían producido. Se habría hecho nula la prueba de la fe, que muchas veces ha admirado a los habitantes de los cielos. Sabemos que algunos mártires de los primeros siglos se denunciaban a sí mismos como cristianos, se arrojaban a las hogueras y morían con la mayor alegría. El Señor Jesucristo ya previno que esto ocurriría, pero no lo fomentó, sino que aconsejó a sus discípulos: “Si os persiguieran a una ciudad huid a la otra”. ¿No fue esto ya un anuncio de que Él no intervendría directamente en contra de los perseguidores, a pesar del poder que mostró en los días de su encarnación? Pero lo que reveló, es que iba a preparar moradas celestiales para los suyos, y que volvería en gloria, al final de los siglos; y esto ha estimulado y mantenido la fe en Él a través de más de veinte generaciones. No dijo cuándo volvería, y así mantiene a los suyos espectantes.
E. Pero el hecho es que, con esta inseguridad y con su silencio, ha dejado a los malos hacer, y la muerte ha sido el resultado final de infinidad de injusticias.
R. He aquí, precisamente, la razón por la que debe haber un juicio tras la muerte. Si nosotros tenemos un sentimiento de justicia en nuestras conciencias y nos indignamos por las iniquidades que han tenido lugar en el mundo, el que nos ha dado estos sentimientos debe ser mucho más justo que nosotros; el autor del Salmo 139 dice: “El que hizo el oído, ¿no oirá? El que hizo el ojo, ¿no verá? ¿No entenderá el que dio al hombre la ciencia?” Ni nuestro ojo, tan perfecto como una delicadísima cámara fotográfica, ni nuestro sentido moral, puede haberse formado por mera casualidad; es irracional pensarlo. Por otra parte, Él debe ver las cosas de un modo muy diferente de como las vemos nosotros, por que está al otro lado de la muerte, y para Él la muerte no es lo que para nosotros, una desgracia irreparable y una separación definitiva, sino una reunión y muchas bienvenidas. Recuerde lo que decía el apóstol Pablo cuando estaba preso y pronto a ser juzgado por Nerón: “Porque para mí el vivir es Cristo y el morir esganancia, mas si el vivir en la carne resulta para mí enbeneficio de la Obra, no sé entonces qué escoger. Porque deambos lados me siento apremiado, teniendo deseos de partiry estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor” (Filipenses1:21-23).
E. ¿Y qué ocurrió? Lo mataron, ¿verdad?
R. No, en aquella ocasión las oraciones de los cristianos de Filipos fueron atendidas y Pablo obtuvo la libertad y la vida de parte del loco emperador romano; pero sólo por un poco de tiempo. Todos conocemos cómo, tras el incendio de Roma, la falsa acusación de incendiarios contra los cristianos trajo la segunda prisión de Pablo y su ejecución. Aparentemente, lo peor, para los que de nuevo estarían orando por su liberación; pero para él mismo y los que le habían precedido en el viaje a la eternidad, una decisión del tirano “muchísimo mejor”, como escribíaPablo: “La mejor de todas”.
E. ¿De dónde habría sacado el apóstol Pablo tan temeraria seguridad?
R. Bueno, tenía varios motivos: En primer lugar las afirmaciones que Jesucristo mismo hizo de palabra a sus inmediatos discípulos, las cuales quedaron plasmadas en varios lugares de los Evangelios. Posiblemente, el apóstol Pablo había recibido testimoniode Pedro, de Juan y de los demás apóstoles que habían escuchado de boca del Señor Jesucristo las palabras que tenemos en Juan 14:1: “No se turbe vuestro corazón, creéis en Dios, creed también en mí, en la Casa de mi Padre hay muchas mansiones, sino ya os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros”. Y también aquellas otras que se encuentran en dos diferentes Evangelios y que son una clarísima advertencia, que ningún hombre se habría atrevido a hacer, apartede Jesucristo: “No temáis a los que matan el cuerpo y después ya nada pueden hacer, pero os mostraré a quién debéis temer: temed a Aquel que después de haber quitadola vida tiene autoridad para echaros al infierno, sí os digo,a éste temed” (Lucas 12:4). Luego, por las relaciones que él mismo tuvo con el Señor Jesucristo, primero en el camino de Damasco y más tarde en su arrebatamiento al mundo espiritual (2ª Corintios 12:4).
E. Bueno, esto está escrita en los evangelios y en las epístolas de Pablo, pero ¿quién conoce hastadónde son auténticos tales libros? ¿No pudieron ser falsificados en los primeros siglos? Existen algunos evangelios apócrifos llenos de cuentos inverosímiles acerca de Jesucristo, ¿no podrían ser así también con los que la Iglesia ha considerado como auténticos?
R. No, de ningún modo. Hay una gran diferencia entre los cuatro evangelios auténticos y los apócrifos a que usted se refiere. No sólo por haber sido reconocidos oficialmente en varios concilios primitivos, sino porque desde el mismo principio del movimiento cristiano fueron reconocidos, leídos y comentados como “Memorias de los apóstoles”. Además, existen otros documentos del siglo II que proclaman las mismas creencias básicas cristianas, como la muerte redentora de Jesucristo, su resurrección y sus promesas de vida eterna, exactamente igual como lo expresan los documentos del N.T. Me refiero, naturalmente, a las cartas de los mártires de principios del siglo II. Por ejemplo, Ignacio de Antioquía, que escribió siete cartas en su viaje al martirio, en Roma; la de Policarpo a los Filipenses, la carta a Diogneto, la Didacta, y otros documentos que escribieron los apologistas cristianos del siglo II, Clemente de Roma, que a últimos del sigloI escribió a los Corintios, Irineo de Lyon, Justino, etc. La autoridad y autenticidad de los cuatro Evangelios está demostrada, asimismo, por el Diatessaron, de Taciano, y por centenares de citas en todos los escritosde los apologistas y comentadores cristianos. No se trata, pues, de que la Iglesia Católica nos haya dicho cuáles son los libros sagrados del Cristianismo, sino que lo ha marcado el uso y respeto que las primitivas asambleas cristianas tenían para tales escritos, desde su mismo origen.
E. Yo no creo en la deidad de Jesucristo. Que fuera un hombre bueno, más adelantado que la gente de sué poca, lo comprendo, pero no que fuera hijo de Dios.
R. Sin embargo, esto es lo que Él declaró durante su ministerio público, sobre todo hacia el final, cuando ya no era de temer que el entusiasmo del pueblo judío por sus milagros le forzara a proclamarse Mesías judío, y se confundiera su muerte redentora con la de un revolucionario político. Me refiero a un poco antes y después de su resurrección.
E. Yo no creo en la resurrección de Jesús, esto debe ser un cuento que inventaron sus discípulos.
R. ¿Y con qué motivo lo harían? ¿Qué ventaja podría reportarles semejante engaño? ¿Es posible y creíble que los primeros discípulos se hubiesen sacrificado hasta dar su vida por una mentira forjada sobre un cuerpo muerto? ¿Ninguno habría sido infiel, ante el temor de la muerte, para descubrirla? El heroísmo por una fe sincera, sea de la clase que sea, se comprende; pero el sacrificio de todas las comodidades materiales, y aun de la propia vida, por el solo empeño ensostener una mentira conocida, forjada por uno mismo, o por varias personas que tuvieron que sacrificarse por ella enormemente y hasta la muerte, es un caso sin precedentes y un absurdo inimaginable para toda mente sensata.
E. Podría ser que ellos obraron de buena fe, pero que hubiesen sido víctimas de una alucinación o ilusión; que creyeran haber visto a Cristo resucitado y no fuera verdad.
R. Esto no es verosímil en el caso de la resurrección de Jesús, porque las apariciones de Cristo tuvieron lugar, no una vez, sino varias, entre diferentes personas, que habrían tenido que volverse locas todas a la vez, pues todas afirmaban que le habían visto y comido con Él, e incluso repitieron las palabras que les había dicho. Un desequilibrio mental es muy posible en un solo testigo, pero no en 11 y menos en 500 testigos juntos. La aparición de Jesús a Saulo de Tarso,¿fue también una ilusión del perseguidor? ¿Y qué podemos decir de los soldados que le acompañaban y oyeron la voz misteriosa que se juntó a la luz sobrenatural, hasta el punto de dejar ciego al joven perseguidor de los cristianos?
Además, si de ilusión se hubiese tratado, pronto se habrían cuidado los sacerdotes judíos de desvanecerla, presentado el cuerpo de Jesús. Este era un argumento mucho más eficaz para suprimir el naciente cristianismo, que los azotes y la cárcel. ¿Por qué no lo usaron? ¡Qué empeño no tendría el Sanedrín judío en poder desmentir la resurrección de Jesús! ¡Qué no haría Pilatos, cuyo sello había sido que brantado y cuya autoridad quedaba por los suelos, para descubrirlo que había, de verdad, acontecido!
E. Pero ¿por qué (según los evangelios) se apareció tan sólo a sus discípulos, y no a sus enemigos?
R. Esto, precisamente, es la mayor prueba de autenticidad del relato, que según los mayores expertoses tan naturalmente relatado, que tiene todas las señales de verosimilitud. Los apóstoles contaron lo que vieron y sabían, pero nada más. Si los escritores cristianos del siglo II hubiesen fabricado el cuento de la resurrección para convencer a las gentes, habrían dicho que Jesús estuvo con los apóstoles, no de vez en cuando, sino todo el tiempo; que volvió a hacer milagros que dejaron anonadados y estupefactos a sus mismos enemigos, etc. Pero el hecho es que Cristo deseaba hacerles sentir que, aunque ausente, vivía espiritualmente con ellos; sabía sus pensamientos y sus propósitos, como en caso de Tomás. Nosotros lo entendemos y apreciamos el motivo, pero ellos no lo señalan, para justificar tales ausencias; se limitan a explicar la cosa tal y como sucedió.
No es extraño que uno de aquellos testigos, el apóstol Pedro, escribiese años después: “El cual nos hare generado en esperanza viva por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos”. Esto significa que, si Cristo no se hubiese levantado de la tumba, habrían dicho los apóstoles –y nosotros lo seguiríamos diciendo al igual que ellos–: “Ojalá fuera verdad lo que dijo aquel profeta judío, Jesús, antes de que le mataran; que Él era el Hijo de Dios que vino a salvar a los que en Él creen, y que nos espera al otro lado de la muerte; pero,¡ay!, nada más se ha sabido de Él desde que lo mataron”. En tal caso el cristianismo sería una esperanza muerta, pero ahora Pedro lo llama “Una esperanza viva por la resurrección de Jesucristo de los muertos”.
E. ¡Ojalá pudiera yo tener la fe que usted tiene! Pero no puedo verlo así tan claro como usted lo ve. Yo tengo muchas dudas. Comprendo que usted es más feliz creyendo estas cosas; pero me asalta de nuevo el pensamiento: ¿Y si no es verdad? Hay demasiados motivos para dudar de todo esto, a pesar de lo lógico y razonable que usted lo presenta. Hay muchos hombres muy sabios, diplomados en grandes universidades, que se han roto la cabeza discutiendo estos temas tan profundos de Dios, la vida, y la muerte, y no han podido resolverlo.
R. Pero hay también muchos hombres no menos sabios, diplomados de grandes universidades, especialistas en estos temas, que creen. El creer, o no creer; no depende tanto del nivel intelectual como de la voluntad de cada uno.
E. Pero es que yo quisiera creer y no puedo. Sé que sería mucho más feliz si creyera como usted. No temería tanto la muerte como la temo, si supiera que hay Dios y otra vida; pero leo la historia de la humanidad, y veo que todo ha terminado y termina con la muerte, y temo que así sea también conmigo.
R. ¿Por qué no hace usted la oración del escéptico?Jesús decía: “Vete a tu cuarto y cerrada la puerta ora a tu Padre que ve en secreto, y tu Padre, que ve en secreto, te recompensará en público” (Mateo 6:6). Vaya usted a un lugar secreto y dígale al Padre Celestial: “Señor, quiero creer en Ti; quiero saber cuál es tu voluntad, Tú que eres Espíritu Infinito, habla a mi espíritu limitado, muéstrame la verdad”.
Haga usted esto, sinceramente, y luego continúe haciendo por su parte lo que tiene que hacer todo hombre sensato, lea el Nuevo Testamento. Sobre todo en la parte del Evangelio de Juan y en las epístolas, y siga después con los otros tres Evangelios, para familiarizarse con Jesucristo-Hombre, después de haber escuchado sus revelaciones, como Jesucristo-Hijo de Dios.
E. ¿Y es seguro que así podré creer? ¿Y si vuelvo a tener dudas?
R. No se preocupe usted por las dudas futuras, trate de vencer las presentes, aplicándose al estudiode las evidencias de la fe cristiana. Nadie está libre de ser tentado por una duda. El gran predicador Spurgeon decía que nadie puede evitar que los pájaros revoloteen alrededor de su cabeza, pero lo que no debe permitir –y en el sentido moral e intelectual todos debemos evitar– es que hagan un nido en su cabeza.
No pretenda poder explicarse todos los misterios antes de creer. Recuerde que hay misterios inexplicables todavía, tanto en el terreno de la ciencia como en el terreno de la fe. Los más grandes científicos saben que quedan muchas cosas por descubrir en este maravillosísimo mundo en que vivimos; lo mismo ocurre en el terreno de la fe. Hay cosas que Dios no nos ha revelado, seguramente porque no nos convenía saberlas.
Cuando le surja alguna duda, haga un cálculo de probabilidades, empezando por las evidencias de la existencia de Dios, contrapesándolas con las probabilidades de la casualidad como razón del orden, previsión y designio, que se descubre en el Universo.
Continúe con las evidencias de la fe cristiana, basada en la resurrección de Jesucristo. Trate de explicarse el Cristianismo sin Cristo, y verá hacia dónde se inclina al fin la balanza en la computadora de su mente: Quedarán todavía grandes misterios (como el que suelen presentar los niños y también los más grandes sabios) acerca del origen de Dios, la Trinidad y laPersona de Jesucristo. Pero después de haber sopesado bien las probabilidades de uno y otro lado, dé el salto de fe. Esto es, dígase: sobre tales y cuales evidencias,que no puedo negar, doy el salto de fe en favor de tales y cuales dificultades y misterios, que no puedo probar. La fe no es un empeño absurdo, una terquedad, como algunos suponen, sino un cálculo de probabilidades.
No pretenda entenderlo todo antes de creer. Anticípese a creer antes de conocerlo todo, pues haciéndolo a la inversa no creería jamás. Diga como aquelpadre que fue a Jesús con el problema de su hijo enfermo, a quien Jesús preguntó: “¿Crees que puedo hacer esto?”, y él respondió: “Creo, ¡ayuda a mi increduIidad!” (Marcos 9: 24).
Manual práctico de evangelismo por Samuel Vila