CÓMO PRESENTAR EL EVANGELIO A LOS CATÓLICO-ROMANOS
En nuestros esfuerzos evangelísticos encontraremos muchas personas que, al hablarles de religión, coincidirán con nosotros; y si no llegamos a decirles que somos cristianos evangélicos, puede que nos confundan con un miembro fervoroso de la iglesia a la que ellos pertenecen. No es prudente en tales casos atacar desde el principio los errores de su propia fe religiosa, porque esto cerraría el contacto y les dejaría con una impresión falsa acerca de la nuestra. Pero tampoco es conveniente dejarles con la falsa impresión de que somos católico-romanos, sin tratar de darles un poco más de luz espiritual de la que ellos poseen.
Una de las mejores formas de entrar suavemente en el terreno apologético con estas personas es haciéndoles la pregunta de si están seguros de su salvación. Si no responden de modo positivo –lo que es muy raroentre los que no han nacido de nuevo–, sean católicos o protestantes nominales, cíteles la declaración de Jesús en Juan 3:1-3 y sus firmes promesas de Juan 5:24, Lucas 24:47. Si usted nota que confían en sus buenas obras, use los argumentos y los textos bíblicos que se exponen en el capítulo anterior y haga énfasis en Juan 20:31, 1ª Juan 5:13, Romanos 5:1-2 y Romanos8:1.
También son muy oportunas las afirmaciones que hace Jesús acerca de las personas que él llama “sus ovejas”. Dígale: ¿No es usted una oveja de Jesucristo?¿No cree usted que Él es el Hijo de Dios que vino a buscar y salvar a los pecadores de este mundo? ¿No se ha sentido usted pecador y ha pedido a Jesucristo que le perdone todos sus pecados y le haga una oveja suya,o sea, un cristiano de verdad?
C. Probablemente le dirá que se ha confesado muchas veces, precisamente por esto, porque se ha sentido culpable ante Dios por cosas que le supo mal haber hecho.
R. En tal caso, no se apresure usted a decirle quelos curas no pueden perdonar pecados, pues seguramente, él, o ella, lo han hecho con toda buena fe, pensando que se dirigían a Dios a través del sacerdote; ya vendrá la ocasión de disipar el error de la confesión auricular. El primer tema a tratar con cualquier católico-romano es el de la seguridad de la salvación.
El Purgatorio
Pregúntele: ¿Qué piensa que le ocurriría a su almasi al atravesar la calle le atropellara un carro (coche, automóvil) y le dejara cadáver? ¿Iría a vivir con Cristo en el cielo?
C. Probablemente iría al purgatorio.
R. Pues permítame decirle que esta no era la esperanza que tenían los cristianos de los primeros siglos, pues cuando apedrearon a Esteban, leemos que este primer mártir de la fe cristiana, dijo: “Señor Jesús,recibe mi espíritu”. Y cuando Pablo estaba incierto sobre si la sentencia de Nerón sería de muerte o delibertad, declara que por su parte quisiera más bien “ser desatado y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor”. No habla de ir al purgatorio, lo que no podría ser calificado de ningún modo, de muchísimo mejor.
C. Es que él era san Pablo y merecía bien ese premio inmediato por todo lo que había hecho y sufrido en su carrera apostólica por amor de Jesucristo.
R. Pero éste no era el caso del ladrón que murió crucificado al lado de Jesús, a quien el Señor se dirigió con estas palabras: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el Paraíso”.
Si se trata de un católico instruido, probablemente le diga que el mismo apóstol declara que hemos deser probados por fuego (1ª Corintios 3:12-15). En tal caso hágale notar que no dice que nosotros tengamos que ser probados por fuego, sino la obra que hemos hecho. Usando una figura, el apóstol Pablo dice que ésta será quemada, para comprobar si fue o no decalidad: No hay aquí ninguna indicación de que el cristiano tenga que ser sometido a ningún fuego purificador, sino que dice: “la obra de cada cual será probada por fuego”.
C. Pero muchos cristianos no nos sentimos bastante malos para merecer el infierno ni suficientemente buenos para merecer el cielo.
R. Otra vez tiene que volver usted a la idea de merecer. ¿Dónde queda la obra de Jesús por nosotros? Sí nosotros hubiésemos podido merecer y ganar el cielo, el Hijo de Dios no se hubiese hecho hombre ni hubiese querido “padecer por los pecados El Justo por losinjustos para llevarnos a Dios”, como dice Pedro. Sería enmenoscabo de su obra redentora todo lo que pretendamos hacer para ganar nuestra salvación.
C. Entonces, ¿toda persona que no sea muy piadosa tendría que ir a arder en el infierno por toda laeternidad? ¿No comprende usted que es necesario que haya un purgatorio para los que no son ni muy malosni muy buenos?
R. Pienso que tenemos que dejar a Dios el secreto de lo que va a hacer con los que no sean creyentes y con los que, siendo creyentes, no son lo que Él desea. La Sagrada Escritura resume en una sola palabra el destino de quienes han rechazado la salvación de Cristo, los llama “perdidos”, y “salvados” los que la han aceptado y agradecido. Tanto los unos como losotros recibirán premio o castigo “según sus obras”.
C. ¿Y no cree en la eficacia de los sufragios por los difuntos?
R. No, por supuesto; y he de decirle que por desgracia esta doctrina ha engendrado mucha incredulidad en el mundo, pues significa continuar las diferencias sociales en el más allá; por muchos paliativos con que se quiera disimular esta doctrina, llamando limosnas a los estipendios exigidos por tales servicios. Recuerde sólo las severas palabras de Pedro a Simón el mago: “Tu dinero vaya contigo a la perdición porque has supuesto que el don de Dios se obtiene con dinero, no tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no esrecto delante de Dios. Arrepiéntete pues de esta tu maldad, y ruega a Dios si quizá te será perdonado el pensamiento de tu corazón; porque veo que están en hiel de amargura y en ataduras de maldad” (Hechos 8:20-23).
La transubstanciación
C. Quizá tenga usted razón en este asunto de las indulgencias. Reconocemos que en tiempos de Lutero se hizo una propaganda escandalosa sobre ello, con el buen propósito de recoger dinero para edificar la Basílica de san Pedro en Roma, y ello trajo la protesta de los reformadores. Pero éstos fueron demasiado adelante en sus protestas contra el dogma tradicional católico. Por ejemplo: En el asunto de la existencia real de Jesucristo en la eucaristía, ¿cómo pueden ustedes negarla cuando Jesucristo dijo: “Esto es mi cuerpo” (Mateo 26:26) y, además, añade: “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo le resucitaré en el último día” (Juan 6:54)?
R. Sí, pero Jesús mismo aclaró por anticipado, en esta ocasión, el sentido de sus palabras diciendo: “Yo soy el pan de vida, el que a mí viene nunca tendrá hambre,y el que en mí cree no tendrá sed jamás” (Juan 6:35) y ratificó el sentido espiritual y simbólico de sus palabras al decir en el versículo 63: “El Espíritu es el que da vida, la carne no aprovecha para nada, las palabras que yo os he hablado son Espíritu y son vida. Pero hay algunos de vosotros que no creen”.
Además lo declara en el mismo pasaje de la institución de la Santa Cena en Lucas 22:19 donde, después de decir “Esto es mi cuerpo que por vosotros es dado”, añade: “haced esto en memoria de mí”; palabras que repitió San Pablo en 1ª Corintios 11:25.
Si Jesús dijo: “Esto es mi cuerpo”, también dijo “yo soy la puerta” o “yo soy la vid” o “yo soy el camino”, y todos entendemos que Jesús no es una puerta material, ni una vid, ni una parra. ¿Por qué hemos de entender en un sentido literal sus palabras al tratarsede la memoria de su muerte, cuando no lo hacemos así, sino que entendemos el significado figurativo, en los demás casos?
El culto a los santos
C. Dejemos este asunto, porque no nos entenderíamos; pero ustedes no veneran a los santos, ni a lamadre del Salvador.
R. Sí que los veneramos. A lo que nos negamos es a rendirles culto. Los tenemos en suma veneración y respeto. Muchas veces predicamos acerca de su ejemplo y de sus virtudes, dignas de ser imitadas; pero no acudimos a ellos como intermediarios, porque la Palabra de Dios dice así: “Hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre el cual se dio asimismo en rescate por todos” 1ª Timoteo 2:5,6).
Recuerde el caso de Pedro y Cornelio. Cuando este centurión romano le salió a recibir a la puerta de su casa, se arrodilló a sus pies, pero Pedro le levantó diciendo: “Levántate porque yo mismo soy hombre” (Hechos 10:25, 26).
Permítame hacerle una reflexión muy sencilla. Los seres humanos somos finitos, no podemos atender varios asuntos a la vez, únicamente Dios es infinito, sólo Dios está en todas partes, ¿cómo pueden los santos por más que estén en el cielo, siendo seres finitos como nosotros, atender a miles de personas que les oran todos a la vez?
C. Es que Dios, que es infinito y omnipresente, lo oye, y se lo comunica.
R. En este caso resultaría que no oramos a Dios pormediación de los santos, sino a los santos por mediación de Dios. ¿Cree usted que esto es lógico y razonable? ¿Por qué no ir directamente a Dios, que es quien oye primero nuestra súplica? Jesucristo mismo nos recomienda orar a Dios Padre en su nombre, diciendo a sus discípulos: “En aquel día pediréis en mi nombre y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado y habéis creído que yo salí de Dios”… “hasta ahoranada habéis pedido en mi nombre, pedid y recibiréis paraque vuestro gozo esté completo” (Juan 16:24-27).
La confesión auricular
La misma consideración puede hacerse en cuanto a la confesión auricular: Si Dios está en todas partes y puede oír nuestra oración, ¿por qué no dirigirnos directamente a Él cuando sentimos que hemos faltadoy tenemos remordimiento acerca de nuestros pecados?
C. Es para tener la satisfacción de oír al sacerdote decir “Ego te absolvo” (que significa “yo te perdono”), y cumplir alguna penitencia, que nos es impuesta por el sacerdote, por nuestros pecados.
R. Pero la Sagrada Escritura está llena de declaraciones de que solamente Dios puede perdonar los pecados; y cuando el mismo Jesucristo dijo al paralítico “Tus pecados te son perdonados”, le acusaban de que estaba blasfemando porque sólo Dios tiene semejante autoridad (Marcos 2:7) y Él no negó que fuese así, como lo entendían los judíos, pero afirmó por mediode un milagro su autoridad, como Dios hecho hombre que era.
C. Pero es que el sacerdote lo hace en nombre de Dios, son representantes suyo.
R. Pero tengo que decirle que ésta no era la costumbre de los cristianos primitivos. Puedo citarle trozos y sermones de grandes escritores de los primeros siglos, como San Basilio, San Juan Crisóstomo, San Agustín y otros, en los cuales éstos declaran que es a Dios solo, en secreto, sin ningún testigo humano, que hay que presentar nuestras confesiones. En las biografías muy detalladas, que tenemos, de grandes cristianos de los primeros siglos, no hallamos noticia alguna de que fueran a confesarse con un sacerdote. Si los cristianos primitivos hubiesen entendido las palabras de Jesús “A los que les remitiéreis los pecados les serán remitidos”, en la forma en que la Iglesia Católica dice, encontraríamos ya en los Hechos de los Apóstoles, y entodas las historias posteriores de grandes cristianos, mención de esta práctica tan esencial en un mundo de pecadores. Pero no es esto lo que hallamos, sino totalmente lo contrario. Cuando Pedro reprendió a Simón el Mago, diciéndole que estaba en “hiel de amargura y ataduras de maldad”, no le conminó a confesarse inmediatamente de su pecado, ni con él, ni con Juan, ni con ningún otro apóstol; sino que le dijo: “Ruega a Dios por si quizá te será perdonado este mal pensamiento de tu corazón”. Y así lo hallamos en toda la historia de los cristianos de los primeros siglos hasta los concilios de la Edad Media.
C. ¿Qué quiso, pues, significar Jesús cuando dijo a sus discípulos: “A quienes remitiereis los pecados, les serán remitidos, y a quienes los retuviereis, les serán retenidos” (Juan 20:23)?
R. Evidentemente, se refería a la gran responsabilidad que pesaba sobre los discípulos como mensajeros del glorioso Evangelio, que proporciona el perdónde los pecados a los hombres que lo aceptan.
El ministro del Evangelio –y en particular el que se dedica a la obra misionera, como tenían que dedicarse los apóstoles (versículo 21)–, tiene el privilegiode ofrecer el perdón de los pecados, o de retener a los hombres en sus pecados, según sea su diligencia en dar a conocer las Buenas Nuevas de salvación. Si el discípulo de Cristo, al entrar en contacto con pecadores necesitados de salvación, les habla de todo menos de la gloriosa posibilidad y seguridad que Dios les ofrece de perdonarles sus pecados si se arrepienten yaceptan a Cristo como Salvador, ¿no les retiene por su descuido o negligencia en aquellos pecados de los cuales podrían ser librados? Si, en cambio, les anuncia a Cristo y la salvación. ¿No se convierte en el medio para que sus pecados sean remitidos? ¿No les da por su mensaje el perdón?
C. ¿Por qué, pues, tenemos instituido en la Iglesia el mandato de confesarse con un sacerdote, y la costumbre de recibir penitencias, así como la gracia divina de las indulgencias? ¿No son éstas un medio para obtener el perdón de algunos pecados, mediante la aplicación de los méritos de las buenas obras practicadas por el propio ofensor, o el traslado, en favor de los fieles que se hacen acreedores a ello, de las buenas obras que sobraron a la bendita Virgen y a los santos?
R. No, de ningún modo. Por varios siglos, como le he dicho, no hallamos que los cristianos se confesaran a los pies de un sacerdote, pero cuando habían cometido un pecado muy grave, y público, que pudiera traer escándalo al buen nombre de la doctrina cristiana, lo confesaban en público, ante toda la asamblea; y entonces, el pastor u obispo les imponía una penitencia que consistía generalmente en estar excluidos de participar de la comunión durante un cierto período de tiempo, que a veces ascendía a muchos años: Tenían que salir de la asamblea cuando se celebraba la comunión y en muchos casos estar de rodillas a la puerta de afuera.Como esto era un castigo muy severo, se aplicaban indulgencias, o sea, acortamiento del período de ex-comunión, y de ahí vino la costumbre de las indulgencias: Los días de indulgencia significaban días dereducción de la penitencia impuesta por el propio pastor o presidente de la asamblea cristiana, a quien erróneamente empezaron a llamar sacerdote, pues sacerdote, que significa “mediador entre Dios y los hombres”, no hay más que uno, como hemos visto enel citado pasaje de 1ª Timoteo 2, y es lo que dice también el autor de la carta a los Hebreos, donde se explica que Él es el único sacerdote y no hay otro,declarando: “Porque los otros sacerdotes llegaron a sermuchos debido a que la muerte les impedía continuar; mas éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio intransferible; por lo cual puede también salvar completamente a los que por medio de Él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos” (Hebreos 7:23-25).
C. ¿De modo que no significan los días de indulgencia, días de acortamiento de la pena de purgatorio impuesta por Dios a las almas que salen imperfectas de este mundo?
R. No. Es simplemente un invento fraguado en los siglos supersticiosos de la Edad Media, del que no se hallan trazas en las enseñanzas de Cristo ni de sus apóstoles, sino todo lo contrario: Jesús siempre concedió perdón absoluto y completo a los pecadores que a Él acudieron arrepentidos, como usted puede comprobar al leer el N.T. Y ésta es la principal razón por la que estuvo prohibida su lectura a los católicos durante siglos: y hasta tiempos muy recientes, como lo descubrirá examinando los documentos y decretos papales a través de la Historia.
Lo primordial primero
La discusión con un católico-romano puede continuarse bajo muchos otros temas, como los de la infalibilidad de los papas, el pecado de la intolerancia,etc. Pero como se trata de errores que muchos católicos hoy día ya reconocen, apenas si vale la pena discutir o presentar tales puntos, sino que basta con presentarles claramente el asunto de la salvación completa que tenemos en Cristo, por la fe y no por obras,ni por el hecho de pertenecer a una iglesia, bien sea católica o protestante. Como hay tantos puntos de contacto entre el cristianismo evangélico y el catolicismo, conviene hablar primero de aquellos temas en los que estamos de acuerdo, mejor que entrar en controversia; sin embargo si se trata de una persona a la que tenemos oportunidad de anunciar el Evangelio una sola vez, conviene no dejar de hacerle saber que la persona que le ha hablado es un cristiano evangélico, pues esto puede serle una guía, en tiempos futuros, para buscar el camino de la salvación, informándose de alguna otra persona evangélica, cuando la Palabra de Dios –que ya empiezan a leer y estudiar los católicos– hable a su corazón, mostrándole las grandes verdades del Evangelio en su primitiva pureza.
Manual práctico de evangelismo por Samuel Vila