El atendernos entre nosotros por Walter Llanos
Mi hermano consiervo, apoye a otro consiervo. Sea leal con él, guarde el secreto que le confió y jamás lo menospreció con actitudes mezquinas, con la murmuración, con el silencio cómplice. Juégate por quién Dios llamó. Aprendamos a dialogar con sinceridad.
Matías era un joven pastor radicado en una zona rural y lejana del país. Tenía muchas ilusiones con la pequeña iglesia que Dios le había dado para pastorear; su esposa también compartía con él todas las alegrías y tristezas del ministerio. Llegó el día de las dificultades y problemas, el de la angustia; en ese trance se decía: "Si pudiera compartir este momento con algún colega...; pero estaban lejos y las cartas no resultaban lo más útil e interpretativo; "si les escribo", pensaba, "faltará sensibilidad para que me comprendan en la verdadera situación por la que atravieso".
Pasaron los años y el joven pastor llegó a la ciudad y se encontró con una Iglesia más grande, con mayores posibilidades, más medios y más laicos activos y preparados; también tenía un co-pastor como compañero para la tarea. Entonces se dijo: "Ahora estaré mejor y tendré con quién expresarme a gusto, planear, soñar y aun llorar y lo más, orar y ser entendido". Pero había otro "pero". ¿Qué sucedía ahora? La vida ciudadana, los compromisos con otras congregaciones y la personalidad del colega, entre otras cosas, le hicieron nula la posibilidad y vana la ilusión de ser escuchado y de ser pastoreado como deseaba; o de ser, simplemente, como Pablo lo fue, acompañado, consolado con la presencia del consiervo.
¡Cuánto nos falta de esta experiencia mutua! ¡Qué necesario es hoy, en nuestro cargado tiempo del siglo XX, la ayuda pastoral de un Epafrodito!
En un sincero análisis debemos reconocer que es sumamente necesario que los pastores tengamos también nuestros propios pastores. Como seres de carne y hueso, sujetos a las mismas necesidades de todos los hombres. Spurgeon, parafraseando a Eclesiastés, decía de la fragilidad humana: "Un gran trabajo se ha creado para todo hombre y un yugo pesado agobia a los hijos de Adán, desde el día que salen del vientre materno hasta el día que retoman a la madre común. Les da mucho que pensar y los llena de temor la ansiosa expectativa del día de la muerte. Desde el que está sentado en un trono glorioso hasta el humillado en el polvo y la ceniza; desde el que lleva púrpura hasta el que va vestido miserablemente, sólo sienten rabia y envidia, turbación e inquietud, miedo... resentimiento y rivalidad". (Discursos a mis Estudiantes, Cap. XI). Todo esto también nos rodean a nosotros, los pastores, a pesar del maravilloso llamado que hemos experimentando. La angustia y la depresión también son para los siervos de Dios. Podremos incluir, además, la salud de la familia y nuestra,- la situación económica y las crisis del lugar dónde trabajemos como factores deprimentes. Por eso nosotros también necesitamos ayuda pastoral y espiritual. La historia está llena de ejemplos de buenos y grandes hombres de Dios que necesitaron de la palabra calma, del aliento fraternal y la sabiduría de algún colega. Frente a esta necesidad real que tenemos, ¿somos pastoreados? La contestación es que en la gran mayoría no sucede. Muy difícil se hace esta tarea entre los ministros del Señor.
• Posiblemente, la menos significativa de las barreras sea la que argumentaba Matías, el joven de la historia inicial: la distancia. Es cierto que el aislamiento puede deprimimos y no ayudar a ser pastoreados, pero hay otras barreras más significativas. La distancia se agranda cuando mayor es la dejadez de escribir o buscar formas para encontrarse con un colega.
• En algunos grupos, donde existe cierta jerarquía entre los pastores, se produce una barrera que impide la apertura de uno hacia el otro y viceversa. Generalmente es allí cuando la familia pastoral (y por sobre todo el mismo pastor) sufre la orfandad. Suele verse al consiervo más como "jefe" que como colega, por lo que se teme abrir ante él el corazón; por su parte, quien está en un cargo superior (supervisor, presbítero, etc.) es renuente a contar sus angustias y decepciones a quien "está más bajo". Por una cosa o por otra, se frustra un verdadero cuidado y ayuda fraternal entre dos que, por esas cosas, siguen solos en sus problemas e incertidumbres.
• Otra barrera es el miedo a exponer mi trabajo para que otro lo juzgue. En nuestros días tiende a independizarse la tarea. Creemos haber recibido un encargo especial de parte del Señor, alguna revelación particular para la tarea y nos olvidamos de compartir, olvidándonos de que el colega está pasando por lo mismo que nosotros. Ese aislamiento impide una buena y terapéutica relación de mutuo pastoreo y, sin querer, se enferman nuestras personalidades. Nos hacemos "islas " y sólo cuidamos nuestro pequeño "patrimonio" sin tener en cuenta todo el panorama espiritual y todo el entorno. Estaremos ayudando a nuestra grey, pero nos estamos mal formando como "colega".
• No está ausente de nosotros, a veces, manifiestamente y en otros casos más encubiertamente, la actitud de comparación con el éxito o fracaso de nuestros colegas. Si tenemos éxito podemos caer en la vanagloria de pensar que estamos en un nivel de espiritualidad mejor y no necesitamos el apoyo y la oración del otro. Si hemos fracasado no nos animamos a confesar el error o considerar aun el pecado. Humanamente nos pasa como a Pedro con Juan: "¿Y qué de éste?", dijo cuando el Señor habló del futuro (Jn. 21.22). ¡Cómo nos alejan las comparaciones! A veces pienso que en lo muy recóndito de nuestra personalidad aparece la triste codicia empujando nuestra conducta. ¡Dios nos libre de tal impedimento!
• Tal vez el gigante mayor se encuentre en un sentido de autosuficiencia que nos encierra a los pastores haciéndonos pensar que podemos salir solos de las situaciones embarazosas y críticas. Nos tomamos petulantes y formamos nuestro muro. Esto nos lleva a valorar falsamente la situación, a vivir subestimando a los demás. Claro, por cierto, me olvido de que el menosprecio de mis hermanos consiervos es un pecado y que el Señor me exhortó a considerar a "tos otros como superiores a nosotros mismos" (Fil. 2.3). No olvidemos que el mismo Señor nos dio ejemplo al humillarse hasta muerte de cruz y en servir a los suyos aun "lavando los pies de sus mismos discípulos".
• Por cierto que encontramos barreras de nuestra propia personalidad. Podemos ser tímidos y faltamos la posibilidad de acercamos a otro consiervo para animarlo y ayudarlo o pedir eso de él. En otros casos, reconozcamos que somos irascibles y nos cuesta guardar bien el equilibrio; nos enojamos con cierta facilidad y no queremos discutir con amplitud nuestras cuestiones, preferimos callamos o retar en lugar de aconsejar prudentemente.
• Nuestras tendencias a guardar rencores también pueden afectar la posibilidad de ser pastoreados o de pastorear. Necesitamos un carácter abierto como el del siervo de Dios, David, que pudo ser fortalecido y superar el odio que le tenía Saúl y respetar a quien era "el ungido de Jehová".
• No es difícil tener una personalidad que a veces arrolla con todo y planifica en grande, trata de llegar a los blancos propuestos con mucha rapidez y luego se desanima con mucha facilidad y queda poco de todo lo soñado y planificado. Sin aliento y como globos desinflados nos quedamos estáticos sin buscar ayuda y, en casos, sin permitirla cuando viene.
• Se nos da también, en otras oportunidades, por absorber con facilidad las dificultades de nuestros hermanos de la grey y aumentar así las cargas propias del ministerio, lo que suele impedimos el estar prontos para ayudar al colega que lo necesita, o, lo peor, hacerles a ellos las necesarias "confesiones" de nuestras tensiones y ansiedades, lo que nos sería provisión de lo Alto en sabiduría y aliento.
• En ocasiones, es la familia la que puede causamos obstáculos. No siempre se hacen amistades edificantes entre los integrantes de las familias de nuestros colegas. Lo muy común es que se escuchen, a veces, comentarios desmedidos o innecesarios; no se respetan los secretos de conductas y/o problemas, y su divulgación (nunca sin el "enriquecimiento agregado" propio del rumor) entorpece la posibilidad de recibir de ellos ayuda eficaz, criteriosidad y sabiduría. Según enseñemos a nuestras familias a respetar y honrar a los colegas, así será la forma en que sus nombres serán mencionados en nuestros ambientes.
PASOS PARA UN BUEN CUIDADO PASTORAL ENTRE LOS MINISTROS
• Un primer aspecto a considerar es que la hora actual no permite el trabajo e individualistas. Ha pasado la época en que el pastor era el "hombre orquesta de la congregación", el electricista, albañil que realizaba los trabajos en la capilla, el cuidador de la misma y quien predicaba domingo a domingo, jueves a jueves; esta época ha pasado ya para todas las ramas de la sociedad. No encontramos el médico múltiple, el abogado para todos los casos ni al ingeniero que construye la casa y la central atómica. Ya no es necesario tan sólo la especialización sino la especificación clara y determinada de la tarea a cumplir. Es muy claro en la Biblia que Dios puso a sus siervos para la obra del ministerio y para que sean "pastores y maestros", apacentando la grey de Cristo. Esto nos lleva a tareas corporativas dentro de la iglesia y a saber compartir con otros en quienes confiemos y ellos en nosotros, para hacer juntos lo que debe ser hecho. Aprendamos a depender unos de otros y juntos del Señor, de quién debe venir toda autoridad para la tarea. Dios nos quite la idea deser "todopoderosos", "todo sapientes", que resolveremos toda circunstancia a todo creyente de la congregación.
Si, hermano, ministremos como un cuerpo, cada uno haciendo su función, que es el modelo de Dios. Bíblicamente, la tarea era realizada en conjunto. Desde el nacimiento de la iglesia en Pentecostés vemos que los apóstoles trabajaron mancomunada y solidariamente. Pedro y Juan y todos los apóstoles se unieron para la tarea. En Antioquía ministraban, por lo menos, cinco personas, y a ellos el Espíritu Santo dijo: "Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado" (Hch. 13.1-13); más adelante se ve cómo la interdependencia en el ministerio lleva a Bernabé y a Saulo a una reunión "interministerial", según el capítulo 15. Más tarde aparece Pablo junto a Silas e incorporando a Timoteo en la tarea.
Es evidente que el cuidado mutuo fue una característica neotestamentaria muy sobresaliente en la iglesia primitiva. Hoy, en gran parte, se ha perdido y debemos reconocer que es necesario revitalizar este principio de cuidado mutuo y de aconsejamiento sincero entre los pastores.
¿Qué podemos ofrecemos unos a otros en el cuidado pastoral? Sin duda alguna la experiencia y lo que el Señor ya nos ha dado. Por eso la voz de nuestros mayores o de los más veteranos en el trabajo ministerial será siempre un apoyo sumamente necesario. En mi propio caso, el consejo oportuno, y por cierto aplicado, de mis consiervos experimentados fue una gran bendición; ayudó al sostenimiento personal y evitó frustraciones en la tarea que me esperaba. Sepamos confiarles nuestra situación; eso es un signo de madurez, y sepamos que si pretendemos que ellos también puedan confiarnos las suyas, entonces deberemos mostrar muchos signos de madurez. Esto nos llevará a compartir los éxitos y las alegrías, el fuerte gozo en el Señor y también nos hará sufrir las tristezas, el dolor de los fracasos y jamás gozamos por algún desliz de un consiervo.
• Además del consejo experimentado podremos ofrecer el apoyo sincero; ir al sostenimiento de quienes lo necesitan. Podremos en algún caso sufrir la desilusión de David con Absalón, podremos ser traicionados, pero ... no nos cansemos de hacer el bien ...que a su tiempo segaremos (Gá. 6.9). Pablo sostuvo a Apolos hasta que éste tuvo la victoria, lo mismo con Timoteo. Sin duda Bernabé sostuvo a Juan Marcos y su ayuda lo restauró. No olvidemos que tenemos un ministerio de reconciliación y, entre los consiervos, de restauración. ¡Que gozo el de ver encaminados en el ministerio a varios Marcos!; podremos encontrar algún Demás que deja el sagrado llamamiento, pero habrá gozos como el de Ananías, quien debió discipular al que sería el gran misionero a los gentiles. Eso restablece nuestra confianza y da lozanía al ministerio.
• También podremos ofrecemos en un compromiso de oración. No desechemos estos mutuos pactos que son cargas comunes y que nos darán la manifestación del Espíritu de Dios en los momentos más difíciles. Sepamos tener una lista de oración de nuestros consiervos y sepamos hacerles llegar nuestras cargas. Es bueno juntarse a orar frecuentemente como compromiso efectivo. Pero no solamente el pacto, sino su continuidad; preguntar al colega cómo sigue su situación. He visto ministros hacer esto en horas de la madrugada, sacrificar el sueño y otros compromisos y tener ministerios llenos de victoria. Muchas veces el profesionalismo nos lleva a olvidar que el gran compromiso es "ORAR SIN CESAR".
No olvidemos la carga que Pablo tema por sus ovejas y cómo practicaba la vida de oración junto a sus compañeros de milicia. ¿Olvidaremos la oración de Pablo y Silas en la cárcel? ¿Olvidaremos que, desde la prisión, daba gracias y oraba? (FU. 13-11). Todo esfuerzo en este aspecto será poco, pero sin duda su resultado será visto en el ministerio.
• Ofrezcámonos también el estimulante gozo de la victoria. "¡Regocijaos!" El ministerio tiene gozos que jamás entenderán quienes no han sido llamados en el Señor y para la obra. No dejemos de usar el teléfono, la breve esquela, etc., y gocémonos cuando los otros triunfan. Nuestra compañía en el éxito del hermano no sólo sirve para ese momento, sino que será recordada cuando las dificultades estén de nuestro lado.
• Creo que en el pastoreamos mutuamente no debe faltar el buscar y ofrecernos la verdadera y sincera exhortación. "Exhortamos a Tito..." (Hch.s 8.6), posiblemente para ayudar a su ministerio; no fue una represión, pero a veces necesitamos la palabra fuerte, recapacitadora. La exhortación interpastoral es verdadera riqueza ministerial. Cuando trabajamos corporativamente en la obra del Señor podremos ejercer esta humilde autoridad de exhortación y evitará errores que lleven al fracaso al consiervo y también a su familia, a su iglesia.
• Ofrezcamos un buen apoyo a la familia del colega. Tal vez los más descuidados dentro del ministerio cristiano sean muchas veces nuestras esposas e hijos. Exigidos por diferentes flancos, apremiados por circunstancias muy particulares, no están exentos de complejos y problemas. Satanás es muy hábil para intervenir en este sentido y querer quebrar la armonía ministerial por medio de la ruptura de la armonía familiar. Suele darse que una orientación al adolescente es mejor recibida desde afuera que desde adentro de la casa. Tratemos de dar nuestro amor a las familias de nuestros consiervos. Considerémoslos en forma especial.
• Démonos con firmeza y sin retaceos nuestra lealtad. ¡Qué precioso lo que encontramos entre David y Jonatán; una lealtad que va más allá del odio de un padre airado y alejado del Señor, una lealtad que va más allá de un puesto, o aun de la misma muerte. Jamás, como dice el viejo aforismo, "dejemos en la estacada a nuestro consiervo". Sepamos apoyarlo, aun económicamente, aunque lo nuestro sea poco; el apoyo económico (esforzado y difícil) de un colega tiene un sabor de amor ágape único, muy distinto que el que viene de cualquier otra parte. Esto también es lealtad ¡y claro que es exigente!, pero también, retribuyente.
Mi hermano consiervo, apoye a otro consiervo. Sea leal con él, guarde el secreto que le confió y jamás lo menospreció con actitudes mezquinas, con la murmuración, con el silencio cómplice. Juégate por quién Dios llamó. Aprendamos a dialogar con sinceridad. Me dijo un hermano hace pocos días:
"El gran problema de nuestros líderes es que no saben escuchar ni aun los mensajes. Están acostumbrados a hablar, a predicar y a exhortar, a dirigir y no saben sentarse a escuchar". ¡Qué tremenda, realidad! ¡Qué opuesta al consejo sabio y prudente de Dios!: "Todo hombre sea pronto en oír...". El diálogo debe ofrecer un saber escuchar detenidamente, el saber responder sabiamente y el dedicar tiempo suficiente al otro. Si aprendemos a escuchamos, si nos disciplinamos para responder con sabiduría y prudencia, a no ser apresurados, haremos una pastoral con los consiervos y ellos lo harán con nosotros también.
• Por último, no habrá un verdadero apacentamiento pastoral entre los llamados a menos que consideremos este sagrado ministerio como lo más precioso que pueda haber en el mundo. Nos ha tocado una herencia "deleitosa" al haber sido puestos como "ministros del nuevo pacto". No siendo dignos, él tuvo misericordia y nos eligió para que llevemos fruto. Si no nos cuidamos no tendremos ese fruto.
Es nuestro deber ineludible vivir en abnegación, diligencia y santidad; buscando "los lugares celestiales" para vivir en un nivel espiritual digno, como "ejemplos de la grey". Nuestro éxito en el cuidado pastoral de los consiervos y el de nuestras mismas vidas estará en atender al Príncipe de los pastores, el Gran Pastor de las ovejas; El puede hacemos aptos. El proveyó dirección a aguas seguras, al "confortar nuestra alma" renovará nuestras vidas en los difíciles momentos, protegiéndonos aún en los valles oscuros y dejándonos la esperanza de nuestra permanencia en la Casa del Padre. (Sal. 23; Is. 58.11). Eso hace nuestro Gran Pastor; así hagamos nosotros con nuestros, consiervos.
Apuntes Pastorales Volumen V Número 5
PREGUNTAS SOBRE LA LECCIÓN
1. ¿Por qué es importante tener amigos en el ministerio?
2. ¿Qué ejemplos bíblicos tenemos de hombres de Dios que tuvieron buenos amigos?
3. ¿Cómo Jesús nos muestra este principio?
4. ¿Por qué es necesario, bueno y útil que los pastores sean pastoreados?
5. Mencione los pasos para un buen cuidado pastoral
6. Debemos ministrar como _________________________, ya que ese es el ____________ de Dios.
7. ¿Qué puede ofrecer un pastor a otro en el cuidado pastoral?