Capítulo 19
Llega el final...
Ps. Fernando Alexis Jimenez
Cuando cursaba la formación teológica en el Seminario Bíblico de la Alianza Cristiana y Misionera, en Santiago de Cali, fui seleccionado por mi profesora de misiones, la puertoriqueña Maritza Cumba para que acompañara un grupo de estudiantes asignados a un remoto lugar del Pacífico colombiano, hasta el cual no entraban ni la señal de la radio ni de la televisión, y en donde las noticias de lo que estaba ocurriendo en el país, se recibían tres o cuatro semanas después del acontecimiento.
La experiencia sonaba extraordinaria. Por fin teníamos la oportunidad de poner en práctica todo cuanto habíamos aprendido en las largas aulas y pupitres de la institución. Sin duda estábamos rebosantes de gozo.
A nuestra memoria venían las historias que referían el desenvolvimiento de los Moravos, Guillermo Carey y Juan Wesley cuando emprendieron la proclamación del evangelio sin medir distancias ni dificultades.
Pero llegó el momento de la prueba. Cuando nos dejaron a un consiervo y a mi en el caserío miserable cuyos límites estaban representados por un mar tranquilo que se perdía en el infinito, sentimos temor.
Ver alejarse la lancha que nos había traído y con cuyo conductor pactamos vernos días después, nos causó angustia. Por un instante nos asaltó la duda de que no regresara jamás.
Cabe decir que comprobamos que existía una enorme brecha entre la teoría y la práctica. El primer día, por ejemplo, descubrí que no sabía predicar aún cuando apenas estoy aprendiendo, para ser sincero. Los principios de exégesis, homilética y hermenéutica se confundieron con el mismo enredo que producen un buen número de anzuelos guardados en una bolsa plástica. No sabía por dónde comenzar.
Cuando llegó la hora de enseñanzar a los niños, durante la escuela vacacional que realizábamos en la mañana o en la tarde, comprobé que no sabía ni un solo coro infantil. ¡Había olvidado aprenderlos en el seminario!.
Cierta noche, después de celebrar el tercer servicio religioso de la semana, llegó una familia con una mujer gravemente enferma. Temían que no pasara de aquél día. “Venimos a pedirle que ore por ella”, me dijeron. Un sudor frío me recorrió todo el cuerpo. El pastor que me acompañaba no hacía sino mirar al suelo. “Ora tú por ella”, le dije. “No, Fernando, hazlo tu. Tienes más experiencia que yo”, respondió eludiendo el enorme compromisos. Varios pares de ojos estaban puestos sobre nosotros. Esperaban que oráramos y llevaramos al plano práctico las múltiples enseñanzas sobre un Dios de milagros, el Dios al que creíamos.
Le impusimos las manos y oramos por aquella mujer. Aunque exteriormente mostrábamos tranquilidad, dentro nos embargaba la angustia. “Obra un milagro, Dios mío”, le decía mentalmente al Señor. Me preocupaba que no ocurriera nada y quedara por tierra nuestro testimonio. “Ayúdanos, Señor”, insistía. ¡Dios respondió con el milagro de la sanidad!
Ver su respaldo implicó que reconociéramos nuestra imposibilidad y debilidad frente a la enorme tarea que teníamos delante.
La ocasión nos permitió entender –al pastor que me acompañaba y a mí--que los problemas que enfrentamos durante la formación, constituyen elementos esenciales del aprendizaje. Es así como se forman los líderes auténticos, aunque nosotros apenas estamos experimentando el proceso de crecimiento y ¡nos falta mucho todavía!
Leonardo Ríos, un evangelista amigo, suele repetir que las cinco “piedras lisas de arroyo” que utilizó David cuando iba a pelear con el gigante Goliat (1 Samuel 17:40), eran lisas no por accidente sino después de muchos años de haberse golpeado con otras por la fuerza de la corriente, hasta que perdieron las asperezas y llegaron a ser del tamaño necesario para colocar en una honda, y además, sin mayores protuberancias.
Así somos usted y yo cuando anhelamos servir en el liderazgo secular y para la obra del Señor Jesucristo. No será de la noche a la mañana ni en un abrir y cerrar de ojos que estaremos preparados. Deberá mediar primero el “trato especial” que nos libra de las esperezas con las cuales no podemos servirle adecuadamente.
¿Estás dispuesto para experimentar el trato especial de Dios?
Nuestro amado Dios tuvo un trato personal con Noé, Abraham, Jacob, José y todos aquellos que a lo largo de la historia de la humanidad, han servido como instrumentos para que se cumpla la voluntad del Creador y que, en nuestro tiempo, contribuyen a la extensión del reino de Dios.
Convertirse en un vaso útil amerita que nos dispongamos de corazón a experimentar el obrar de nuestro Supremo Hacedor. Siempre estaremos librando una enconada lucha entre lo que deseamos hacer, y lo que verdaderamente ocurre, es decir aquello que está en la voluntad divina.
Al respecto el apóstol Pablo escribió: “Por esto, amados hermanos, les ruego que se entreguen de cuerpo entero a Dios, como sacrificio vivo y santo; éste es el único sacrificio que Él puede aceptar. Teniendo en cuenta lo que Él ha hecho por nosotros, ¿será demasiado pedir? No imiten la conducta ni las costumbres de este mundo; sean personas nuevas, diferentes, de novedosa frescura en cuanto a conducta y pensamiento. Así aprenderan por experiencia la satisfacción que se disfruta al seguir al Señor”(Romanos 12:1, 2 La Biblia al Día,paráfrasis – SBI).
¿Comprende el alcance del texto? Allí, en pocas palabras, está marcado el proceso de un cristiano que se somete a Dios, atraviesa el sendero del “trato de Dios” hasta que, caminando conforme a la voluntad del Padre, se convierte en un instrumento útil en sus manos. Es tanto como ser las “piedras lisas de arroyo” que sirvieron a David para derrotar a Goliat.
Cumplir la tarea, nuestra satisfacción
Cuando escribió su misiva a los cristianos de Filipos, conocida como una de las “cartas del cautiverio”, el apóstol Pablo dejó sentada la satisfacción de haber puesto todo de si mismo para cumplir el propósito divino: “Con todo esto no quiero decir que sea perfecto. Todavía no lo he aprendido todo, pero continúo esforzándome para ver si llego a ser un día lo que Cristo, al salvarme, quieso fue fuera. No, hermanos, todavía no soy el que debe ser, pero eso sí, olvifando el pasado y con la mirada fija en lo que está por delante, me esfuerzo hasta lo último para llegar a la meta y recibir el premio que Fios nos llama a recibir en el cielo en virtud de lo que Jesucristo hizo por nosotros.”(Filipenses 3:12-14. La Biblia al Día, paráfrasis – SBI).
Nuestro mayor propósito debe ser, primero, someternos al trato de Dios, y segundo, avanzar conforme a su tiempo y circunstancias, en el proceso de crecimiento personal y espiritual. De esta manera alcanzaremos el nivel de liderazgo secular y eclesial que ha estado en la mente del Señor para nosotros desde antes de la creación del mundo.
Burlas y críticas, jamás faltarán...
Quien ejerce el liderazgo tanto secular como eclesial, debe estar preparado para las burlas y críticas. Quienes están alrededor no comparten la visión—como es apenas previsible—y ese hecho no debe llevarnos a que les desechemos. Por el contrario, con diferencias de opinión y aún con persecuciones en contra nuestra, siguen siendo el prójimo.
Este fenómeno lo encontramos gráficamente ilustrado cuando el Señor escogió a Saúl como rey de Israel. Una vez lo ungió Samuel para ocupar tan privilegiado cargo de gobierno “...Saúl regresó a su casa en Gabaa se unió a él un grupo de hombres de guerra cuyos corazones Dios había tocado para que fueran compañeros suyos. Sin embargo, hubo algunos malvados que dijeron:--¿Cómo puede este hombre salvarnos?--. Y lo despreciaron y se negaron a ofrecerle presentes”(1 Samuel 10:26, 27. La Biblia al Día, paráfrasis. SBI).
¿Acaso esta actitud de algunos de sus congéneres desanimó a Saúl? En absoluto. Él tenía claro que su misión provenía del Señor, de Aquél que hizo el universo, y no de los hombres.
El apóstol Pablo, quien desarrolló un extraordinario ministerio entre los gentiles, también fue objeto de burlas, críticas y persecución. Había quienes se empecinaban en desconocer que tenía una misión que Dios le había encomendado. Al respecto, él no ponía su mirada en las voces contrarias sino que avanzaba. Así acostumbró saludar a los cristianos de varias ciudades, como el que observamos en su carta a los creyentes de Galancia: “Remitentes: Pablo el apóstol (no de los hombres ni por los hombres, pues quien me llamó al apostolado fue Jesucristo mismo y Dios el Padre que lo resucitó de los muertos) y los demás crisdtianos que están conmigo. Destinatario: las iglesias de Galacia”(Gálatas 1:1. La Biblia al Día, paráfrasis. SBI).
¿No tiene credenciales para predicar?¿Acaso puede detenerle esa circunstancia? En absoluto. No estoy desestimando la formación teológica, pero creo que por esperar hasta graduarnos, muchos dejamos de aprovechar valioso tiempo para testimoniarle al mundo nuestra fe en Jesucristo y además, de compartir las Buenas Nuevas.
Vamos adelante, el Señor Jesucristo nos acompaña
Si tenemos conciencia de que quien nos llamó a servirle fue el propio Señor Jesucristo y que no estamos en la obra del reino de Dios por voluntad del hombre, debemos avanzar firmes, sin prestar oído a quienes buscan desanimarnos.
Al despedirse de sus seguidores, el Maestro les instó: “He recibido toda autoridad en el cielo y en la tierra. Por lo tanto, vayan y hagan discípulos en todas las naciones. Bautícenlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a obedecer los mandamientos que les he dado. De una cosa podrán estar seguros: Estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo”(Mateo 28:18-20. La Biblia al Día, paráfrasis. SBI).
Usted que nos acompañó a lo largo de estas páginas, tiene enfrente un enorme reto: desarrollar sus potencialidades para el liderazgo secular y eclesial. Esas potencialidades fueron depositadas en su ser cuando Dios lo creó. Pero debe ponerlas en práctica. No puedo asegurarle que será fácil, porque conforme dé nuevos pasos, irá aprendiendo cosas que jamás imaginó que existieran o que fueran posibles pero que son parte esencial del proceso de trato del Creador con usted.
En la medida que avance, muchas cosas irán quedando claras en su mente y en su corazón.
Al terminar de escribir este material, me asiste una enorme emoción: la de descubrir que cada día nuestro amado Dios levanta líderes en toda América, el Caribe, Africa, Europa, Asia y lejano oriente.
Cada hombre y mujer que se levantan para compartir las Buenas Nuevas de Salvación, están librando millares de almas de pasar a la eternidad alejados del Creador.
Mi mayor oración es que pueda llegar con estas páginas a todos aquellos que están por tomar conciencia de sus potencialidades para ponerlas al servicio de Aquél que hizo los cielos y la tierra y que amó tanto al mundo, que dio a su Hijo para hacernos nuevas criaturas para gozarnos en Su presencia por siempre...
¡Adelante, ni un paso atrás! Siga caminando, asido de la mano del Señor Jesucristo y recuerde siempre que “Ser líder no es fácil, pero tampoco imposible”.
PREGUNTAS SOBRE LA LECCIÓN
1. Los problemas que enfrentamos durante la formación constituyen elementos _________________del aprendizaje.
2. Convertirse en un vaso útil amerita que nos dispongamos de corazón a _____________________ el obrar del Señor.
3. Qué aprendemos de la escritura en Romanos 12:1,2
4. Nuestro mayor propósito debe ser _______________________al trato de Dios y segundo ________________en el proceso de crecimiento personal y espiritual.
5. Como ministros de Dios debemos ____________________firmes, sin prestar oído a quienes buscan desanimarnos.