Adios a un pastorado por Federico McGehee
Cada pastor necesita comprender que puede planear cómo terminar con una etapa de su ministerio: la puede concluir de una manera optimista, positiva y redentora, o de un modo pesimista, destructivo y antagónico. De él depende la elección, y vivirá con ella por el resto de su vida.
Los pastores son los más sorprendidos en descubrir que, cuando llega el momento de dejar una congregación, no saben cómo despedirse. Muchos consideran que esas últimas semanas son vacías y sin sentido. Algunos aun han "tirado por la borda" la buena tarea efectuada durante años debido al comportamiento inapropiado en el momento de dejar la comunidad. Las congregaciones muchas veces son de poca ayuda, pues a los miembros también les resulta difícil despedirse.
Siendo el pastor quien toma la decisión de dejar un lugar, él debería tomar también la iniciativa para que las últimas semanas fueran lo más efectivas posibles. El pastor tendría que dar una mirada franca a su rol y preguntarse cómo afectará su retiro a cada miembro de la congregación. Algunos se sentirán rechazados, otros amenazados porque han dependido de él como fuente principal de amor y estímulo —él estuvo involucrado en los aspectos importantes de las vidas de sus feligreses y eso ahora se va a interrumpir. Algunos se sentirán culpables y hasta vagamente responsables de su partida.
El pastor debería reconocer que, en algunos casos, la congregación se puede sentir rechazada y, a su vez, puede rechazarlo a él. Si ella piensa que el pastor se retira para ir a trabajar a campos más grandes y mejores, ¿qué clase de recompensa a su lealtad es esa? Significaría que ella es de menor importancia que la otra. Perder a un pastor es como recibir un juicio negativo de sí misma; es difícil que la congregación no sea crítica sobre la partida.
El pastor puede asegurar a la congregación su importancia y singularidad. Él no debe hacer comparaciones y tendría que ayudar a sus feligreses a hacer lo mismo; esto le permitiría hablar sobre la misión de esa congregación y sobre lo que significa la voluntad de Dios en la vida del cristiano y de la iglesia.
Durante las últimas semanas de su ministerio, el pastor debería también procurar sanear las relaciones de tirantez que pudieran existir con algunos miembros que tengan sentimientos negativos hacia él. Esa categoría generalmente incluye a gente antagónica contra toda autoridad, aunque no necesariamente hacia el pastor como persona. Tal vez como el pastor ya no es visto más como la autoridad, el miembro antagónico se sienta libre para establecer otro tipo de relación.
Cada congregación incluye también a gente independiente que precisa ayuda pastoral, pero que no lo quiere admitir. Estas personas generalmente cargan con responsabilidades pesadas y ocupan cargos solitarios en su iglesia, hogar, trabajo y vida cívica. Quizá una y otra vez hayan rechazado las propuestas amistosas del pastor, pero en las últimas semanas de su pastorado estas relaciones pueden llegar a consolidarse. Cuando un pastor acepta un nuevo cargo, entonces tiene algo en común con esas personas independientes.
A menudo se pasa por alto la despedida debida a los niños de una congregación. Muchos de ellos no comprenden por qué los hijos del pastor, que son sus amigos, deben mudarse. Tampoco comprenden por qué este hombre, que ha sido su pastor y líder de escuela bíblica durante las vacaciones, ahora los va a dejar. El pastor y su familia debieran visitar la escuela dominical, y sentarse a conversar con los niños sobre por qué se van. Él puede explicarles el significado de la voluntad de Dios y así situarse en el rol de pastor-amigo, haciendo que la situación sea más fácil para el próximo pastor.
Es importante también terminar correctamente con el ministerio de consejería. Por lo general, el pastor sabe que se va a trasladar por lo menos con un mes de anticipación. Él tiene un compromiso con las personas a quienes aconseja y debe hacer todo lo que esté a su alcance para estimular su crecimiento durante las últimas sesiones. Algunas de estas personas quizá se abran y conversen sobre temas que nunca antes sintieron libertad para enfrentar. El pastor debe también recomendar que estas personas vayan a otros consejeros.
El traslado muchas veces resulta difícil para los hijos. El pastor y su esposa deberían orar para que sus niños evolucionen como resultado del cambio. También deberían pedir que la experiencia aumente la comprensión de sus hijos sobre lo que significa trabajar para el Señor de tiempo completo. Quizá en algún momento libre de interrupciones, como puede ser después de la cena, cada miembro de la familia pueda hablar sobre el tema del traslado a su manera, ya sea con alegría, emoción, tristeza, aflicción, etc. Todas estas emociones son respuestas naturales al cambio. La razón por la que un niño siente algo es más importante que el sentimiento en sí. Los padres también deberían compartir con ellos sus propios pensamientos sobre el tema.
Las actividades comunes de la familia, al margen de la actuación pública, pueden preparar igualmente al pastor y a su familia para la mudanza. Estas incluyen el despedirse no solamente de personas sino también de lugares importantes, por ejemplo: la escuela a la que los niños han asistido, el hospital donde nació uno de los hijos, y la iglesia donde la familia se ha congregado y trabajado. Mientras visitan estos lugares pueden pensar en los buenos momentos que disfrutaron allí.
De especial atención deberían ser la casa y el jardín donde la familia ha vivido. Durante las semanas previas a la mudanza se deben enfatizar la importancia de los dormitorios de los niños, la cocina de la esposa y el estudio u oficina del pastor. Un último toque al césped del jardín y el disfrutar de la sombra del árbol favorito pueden ayudar a infundir un sentimiento de gratitud y bienestar.
Es obvio que el pastor no podrá realizar todo esto antes de retirarse de un pastorado; sólo podrá hacer algunas cosas. Lo importante es que se retire sabiendo que ha demostrado valentía en un momento crucial para su propia vida, la vida de su familia y la de la iglesia. Necesita sentirse capaz de poder decir: "He tomado la iniciativa de dejar las relaciones de la mejor manera posible. Todos sabemos que ya no soy el pastor, pero sabemos que somos amigos". Cada pastor necesita comprender que puede planear cómo terminar con una etapa de su ministerio: la puede concluir de una manera optimista, positiva y redentora, o de un modo pesimista, destructivo y antagónico. De él depende la elección, y vivirá con ella por el resto de su vida.
Federico McGehee es asesor del Consejo de Escuela Dominical de la Convención Bautista del Sur. Tomado de Christianity Today. Usado con permiso.
La perspectiva se destaca como característica de todo buen líder y de quienes terminan bien la carrera. Dicha perspectiva incluye ver el contexto más amplio de la circunstancia presente, poder relacionar lo que está sucediendo con el panorama a largo plazo. Con una perspectiva clara y adecuada uno puede centrar su atención en lo importante o prioritario. Sin esa perspectiva uno puede perder de vista el objetivo.
Un amigo mío en la universidad acostumbraba comprar rompecabezas y organizar equipos de competencia para ver quién podía ordenarlos más rápidamente. Los equipos llegaron a ser bastante buenos. Un día desparramaron los pedazos del rompecabezas sobre el piso sin dejar que los equipos vieran la figura de la caja. Sin un modelo que los ayudara a organizar las piezas, la confusión era total.
La perspectiva es como la fotografía o el dibujo en la caja de rompecabezas. Sin una meta clara en nuestra vida la tendencia será no canalizar las energías y caer en la mediocridad, haciendo un poco de todo, no siendo eficaces en nada. Aquellos con influencia en su mundo son aquellos que pueden concentrar esfuerzos y atención en áreas apropiadas y pueden mantener esa actitud.
El apóstol Pablo demuestra el efecto recíproco que tienen la perspectiva y la mirada concentrada en la meta. En Filipenses 1.12-19 Pablo se enteró de que algunas personas que supieron de su encarcelación estaban predicando sobre Cristo por motivos de rivalidad, maldad y ambición. Él se pudo haber enojado y recomendado a los cristianos que se lo impidieran, pero el enfoque de su ministerio era llevar a los gentiles a Cristo (Gá. 2.7).
Su perspectiva le recordaba que la salvación de Dios viene a través del nombre de Jesucristo, no a través de una presentación o de la motivación del presentador… y Dios estaba utilizando sus situaciones difíciles (cárcel, entre otras) para extender el evangelio a las comunidades gentiles, ese era su enfoque.
La perspectiva viene a través de la experiencia y de la meditación en la presencia de Dios. Asaf, el escritor del Salmo 73, se desanimaba al ver que los malos prosperaban y que él no era recompensado en sus esfuerzos por mantenerse puro. "Cuando pensé para saber esto, fue duro trabajo para mí, hasta que entrando en el santuario de Dios, comprendí el fin de ellos" (vv. 16-17). La verdadera perspectiva viene de la Palabra de Dios y su presencia.
Cuando comenzamos a entender cuáles son las prioridades de Cristo y las aplicamos a nuestra vida, podemos entonces centrar nuestro objetivo en lo correcto. Simplemente requiere tiempo conocer a Cristo y su Palabra, permitiendo que Su mente invada nuestra mente. Un mentor que reúne estas cualidades es de gran valor para tal fin.
2. Disfrutaban de intimidad con Cristo y experimentaban continua renovación interior.
La intimidad con Cristo es la substancia de nuestro ser interior. Salomón, el rey de Israel, escribió en Proverbios: "Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón, porque de él mana la vida" (4.23). El poder para guiar y ministrar viene de la vida interior. Este era el área de enfoque de la vida del apóstol Pablo: Conocer a Cristo íntimamente (Fil. 3.10). La consideraba una práctica de por vida que necesitaba múltiples llenamientos.
En Juan 14.21 Cristo nos asegura que si obedecemos los mandamientos de Dios, el Padre y Cristo nos amarán y nos revelarán más de sí mismos. Mateo 11.28-30 nos invita a unirnos en yugo con Cristo, a obedecerle y trabajar en unión con Él y, por lo tanto, a aprender de Él. Cuando era niño trabajé todo un día con mi padre en un duro trabajo de reparación. Estábamos solos los dos, pensando, excavando, transpirando, conversando para reparar una cañería y válvula de agua. A través de esa experiencia aprendí más que nunca antes de él. Nos "unimos juntos en yugo".
Al pasar tiempo con Cristo, tratando de vivir en obediencia y ministrando a sus ovejas juntamente con Él (Jn. 21.15-17, Mt. 25.40), habrá tal intimidad con Él que cada área de nuestra vida se verá afectada. La integridad y el carácter semejantes a Cristo serán parte de nosotros al tiempo que permitimos al Espíritu Santo tomar posesión de nuestra vida y al tiempo que experimentamos una continua comunión con Él.
Cuando notamos falta de integridad en nuestra vida exterior, hay un síntoma claro de falta de integridad en la vida interior que nadie percibe. Y cuando hay falta de integridad, no hay poder espiritual, confianza, libertad ni transparencia. El secreto de la integridad interior es intimidad con Cristo.
La mayoría de los líderes que hemos estudiado, que no terminaron bien, fallaron en su vida interior. Su integridad se deterioró y tomaron malas decisiones. Al concientizarse del creciente abismo entre la verdad y la vida en su ser interior y al temer ser descubiertos, se apartaron de la comunión que más necesitaban… y de la comunión con Cristo.
Hace varios años conocí a un anciano hermano que gozaba de intimidad con Cristo por vivir en integridad, haciendo evidente el fruto del Espíritu (Gá. 5.22-23) y pasión por la gloria de Cristo. Mientras oraba con él percibí en mi corazón la presencia de Cristo y la familiaridad que disfrutaba con Él. Le pregunté acerca de su relación con el Señor Jesús y cómo se había desarrollado. «Todo comenzó a cambiar cuando me entregué a lo que dice Mateo 22.37-39: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante. Amarás a tu prójimo como a ti mismo".
Su desafío me motivó a buscar esa intimidad a un nivel más profundo. ¿Ha tratado usted de cumplir ese mandamiento? Jesucristo lo hizo en Su amor por Dios el Padre. Mire a Su vida:
Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya (Lc. 22.42).
Porque yo hago siempre lo que le agrada (Jn. 8.29).
Pero le conozco, y guardo Su palabra (Jn. 8.55).
Ahora está turbada mi alma, ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora. Padre, glorifica tu nombre (Jn. 12.27-28).
Porque yo no he hablado por mi propia cuenta, el Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar (Jn. 12.49).
Yo te he glorificado en la tierra, he acabado la obra que me diste que hiciese (Jn. 17.4).
Mete tu espada en la vaina, la copa que el Padre me ha dado. ¿no la he de beber? (Jn. 18.11).
Estos versículos revelan una total rendición a Su voluntad, un impulso por agradarle, una confianza plena… una pasión para la gloria de Dios. Jesús vivía en armonía con Él porque le conocía, le confiaba todo y pasaba tiempo con Él. Usted puede decir: "Él es Jesús, yo nunca podría hacer eso", o puede comenzar a practicarlo y Dios le dará poder para realizarlo. Nosotros se lo podemos asegurar.
3. Eran disciplinados en las áreas importantes de la vida.
La disciplina no se destacó en todas las áreas de aquellos que terminaron bien, pero sí en las áreas importantes y aun éstas variaban. Por ejemplo, algunos fueron disciplinados en su oración y estudio bíblico, pero no en su dieta. Algunos eran disciplinados con sus planes pero desorganizados con su puntualidad. Y así seguía… pero cada uno demostró disciplina en las áreas importantes.
El diccionario define la disciplina como un "entrenamiento que produce control propio, carácter o método y eficiencia". Para tener un buen final debemos tener dominio propio y canalizar la energía en una dirección específica. Nancy Moyer, experta en trabajar con niños talentosos dijo: «No hay nada más frustrante que observar a niños talentosos derrochar los bienes que Dios les dio. Muy pocos niños con talento (o aun adultos) alcanzan su potencial por una simple razón: falta de disciplina.
Para desarrollar nuestros dones, habilidades y destrezas y que lleguen a ser verdaderos valores para lograr las metas de la vida, se necesita disciplina. ¿En qué áreas? En aquellas que son importantes para lograr un buen fin.
Cuando los misioneros van a trabajar entre gente de otra cultura, generalmente se rigen por lo que dice 1 Corintios 9.19-23 para adaptarse al medio ambiente y ajustarse al de aquellos a quienes están tratando de alcanzar. En este pasaje Pablo enfatiza que la meta es "ganar a tantos como sea posible". Por lo tanto, dice "a todos me he hecho de todo" o a los legalistas secularizados, débiles, fuertes o a quien fuere. Dijo "esto hago por causa del evangelio".
Como supervisor de misioneros, me di cuenta de que muchos luchaban con el estilo de vida ya que caían en abusos propios de la cultura de que eran parte o se sentían tentados a hacerlo. Un misionero de trabajo muy fecundo, un hombre que parecía vivir con bastante libertad y parecía espiritualmente fuerte en medio de quienes vivían contrariamente al evangelio, me compartió su secreto: "Hay que poner en práctica los últimos cuatro versículos de 1 Corintios 9".
Como ya dijimos en 1 Corintios 9.24-27, Pablo enfatiza la importancia de la perseverancia y la concentración… con disciplina. Los versículos 25 y 27 lo demuestran: "Todo aquel que lucha, de todo se abstiene, ellos a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible… golpeo mi cuerpo y lo pongo en servidumbre no siendo que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado". Pablo está hablando de disciplina y dominio propio. Si cedemos en nuestra forma de vida, debemos ser consistentes en la disciplina interior o podríamos llegar a ser descalificados o no terminar la carrera.
¿Cuáles son las tres áreas que usted considera importantes para su vida interior y para su crecimiento espiritual? ¿Qué es lo que alimenta su intimidad con Cristo? Quizá necesite disciplinarse en estas áreas. No la disciplina por amor a la disciplina, ya que esto pronto se convertiría en legalismo y dureza; más bien disciplina por el bien de la intimidad… por amor al crecimiento… por amor al ministerio… por amor a Cristo. La disciplina en las áreas adecuadas para hacer lo correcto contribuirá al crecimiento y lo capacitará para responder a la gracia de Dios y Su Espíritu en plenitud.
4. Mantenían una actitud de aprendizaje positiva durante toda su vida.
La mayoría de la gente deja de aprender a la edad de cuarenta años. Con esto queremos decir que no se empeñan más en adquirir sabiduría, entendimiento y experiencia para mejorar su capacidad de crecimiento y contribución para los demás. La mayoría simplemente se queda con lo que ya sabe; pero los que llegan a un buen final mantienen una actitud positiva de aprendizaje durante toda su vida.
Muchas personas, especialmente los líderes, se estancan. Están satisfechos con lo que son y lo que saben. Esto generalmente ocurre después de haber adquirido lo suficiente para estar confortables o cuando pueden prever un futuro relativamente seguro. Pero esto contradice el principio bíblico de mayordomía.
Hemos observado que Dios a menudo desafía providencialmente a los creyentes a dar los pasos necesarios para llevar a cabo sus propósitos para Su gloria. Algunos no están conscientes de la situación hasta que Dios a través de las circunstancias los estimula a crecer. Como mayordomos somos responsables de incrementar lo que Dios nos dio.
El mantener una perspectiva clara nos ayudará a identificar lo que precisamos aprender para continuar creciendo y proseguir apuntando a nuestra meta. La amistad con personas que valoran seguir aprendiendo es provechosa y de ayuda. Exponerse a situaciones nuevas o variadas, estimulará nuestra necesidad de aprender.
La madre de Pablo tiene ochenta y cinco años y siempre está leyendo algún libro, aprendiendo más sobre nutrición (es su hobby), y hablando con la gente acerca de sus vidas. Una vez fue invitada a asistir a un estudio bíblico para personas mayores. Luego se unió a un estudio bíblico de mujeres jóvenes para el cual había que prepararse de antemano. Le pregunté por qué no se había quedado con el grupo de personas mayores. Ella respondió: "Oh, ellos eran muy amorosos, pero querían hablar siempre de las mismas cosas. Yo quiero aprender cosas nuevas". Así lo hace y va a terminar bien.
5. Se relacionaban con personas que influenciaban su vida para bien, así también como con mentores capacitados.